Ya tardaba mucho, pero se le veía venir. Las recientes declaraciones de Pablo Casado sobre el problema migratorio en España lo dejan claro. Que Casado tras la senda de su maestro y antiguo jefe Aznar toma la deriva de la extrema derecha que ellos denominan, qué sarcasmo, liberal. De ganar las elecciones esta nueva derecha que hace buena la línea pragmática, quién lo iba decir, de Mariano Rajoy es fácil pensar, tras esas mencionadas declaraciones, que el "joven viejo" Casado impondría una política migratoria en la línea de la extrema derecha italiana que lidera Salvini: terminante negativa a aceptar en suelo español de ningún migrante, lo que supondría la vuelta a las expulsiones en caliente que implantó, recuerdan, Aznar, cómo no (ojalá que los socialistas no caigan en la tentación de esa política que ya han practicado estos días), y la política de tolerancia cero con los migrantes sin aceptar ninguna política común implantada por la Unión Europea para tratar de repartir el problema del reparto de los cupos de los inmigrantes.

Ni recibir ni dejar entrar a ninguno de esos desgraciados que buscan huir del infierno de la guerra y el hambre al que los hemos arrojado los países desarrollados. Ahora, eso sí, el Salvini español deja claro que lo que se debe es regular su entrada en nuestro país para la recolección agraria y otros trabajos necesarios de temporeros. Claro es la explotación de los migrantes no debe ser desaprovechada, pero el apoyo y la ayuda desinteresada negada terminantemente. Sin duda, los rasgos de la ideología neoliberal se combinan en su pensamiento con los de la ultraderechista. Ni más ni menos que el paralelismo es claro con el mencionado Salvini en Italia. Ni una sola palabra sobre la adopción de medidas conjuntas de la Unión Europea para tratar de canalizar de manera coherente y aceptable el flujo migratorio hacia Europa. Pero, claro, tampoco ninguna alusión a la necesaria y justa, de justicia porque así lo determinan los derechos humanos reconocidos en nuestro país y que son, además, el soporte ideológico de toda la construcción europea, represión y combate de los traficantes de carne humana que se lucran con este tráfico, como los armadores de los barcos negreros lo hicieron en siglos anteriores con el tráfico de esclavos. Sólo recibir a los que necesitemos para nuestras necesidades de mano de obra que todos sabemos que es una mano de obra que está sobreexplotada y que trabaja y vive en condiciones infrahumanas en el sur y sureste de España, y si no basta con darse una vuelta por sus zonas rurales. La lógica de sus palabras está meridianamente clara. Migrantes que nos causen problemas y gastos, no. Migrantes que puedan ser explotados por nuestros (los de ellos) clientes políticos propietarios de las grandes explotaciones agrarias del sur, sí.

El Salivini español debe saber, y si no, pobres de nosotros, que dios nos coja confesados si algún día llega al poder, que la situación actual no es consecuencia del "efecto llamada" propiciado por la actitud justa y loable del nuevo gobierno socialista hacia los migrantes que vagaban sin rumbo por el Mediterráneo porque la Italia de la ultraderecha les negaba el cobijo, permitiéndoles desembarcar en España y proporcionándoles la justa cobertura legal y el amparo físico. Sino de que el cierre de esa vía migratoria por la ultraderecha italiana ha originado en contrapartida el aumento de esa corriente por el camino español, vía Marruecos, a lo que hay que añadir los problemas que arrastra el propio país vecino, que ha dejado de ser una pétrea muralla regulada para contener el indetenible flujo migratorio que hasta ahora tampoco es de dimensiones bíblicas como da a entender nuestro ultraderechista y neoliberal político.

Se dice que la mejor manera de detectar la carga ideológica de un discurso político es fijarse en aquellos elementos que no se mencionan. Es decir, establecer más las ausencias que las afirmaciones. En el del Salvini español es claro. Entre las posibles soluciones a largo plazo está, como ahora a última hora llega a reconocer Casado, lo de su propuesta de un plan Marshall para África que no parece sino un brindis al sol. A muchos nos bastaría que comenzara ya hoy, sin duda, proponiendo a los socialistas aumentar en los presupuestos para el próximo año los fondos dedicados a la cooperación internacional que Rajoy había reducido drásticamente, aunque no sea por una cuestión de justicia, como pensamos otros, sino puramente por razones instrumentales. Nadie se arriesga a perder su vida y la de sus hijos y otras muchas cosas como su propia familia, identidad y cultura si no es por una imperiosa necesidad. Solucionar los problemas del subdesarrollo, incluidos los ecológicos, y poner fin a las guerras imperialistas es el mejor camino para acabar con los flujos migratorios. De ninguna de esas cosas se había preocupado Casado antes, excepto, eso sí, de dejar abierta en la muralla que pretende establecer una puerta para la mano de obra que necesiten los grandes propietarios del sur y sureste de España.