¿Se imagina alguien a todos los administrativos del mundo en los años 80, cuando se comenzó a fabricar ordenadores e informatizar empresas, todos en huelga? ¿Se imagina alguien a todos los cajeros del mundo en huelga cuando salieron los cajeros automáticos? ¿Se imagina alguien a todos los pequeños empresarios de tiendas de barrio en huelga porque nacieron 'HiperCor', 'Eroski', 'Carrefour', 'Mercadona' o 'Consum'? Los taxistas intentan mantener sus privilegios, pero el progreso se los comerá. Si quieres competir con 'Uber' y 'Cabify' -vehículos de alquiler con conductor- cuida del coche, sé amable, sé pulcro y viste bien; trata bien al cliente que acude a tu vehículo, a veces escamado por algunas acciones incorrectas.

Un enfrentamiento entre competidores que ha estado a punto de derivar en un problema de orden público por los episodios de violencia que hemos visto, llegando a cortar el tráfico rodado en el centro urbano en manifestaciones no autorizadas.

La palabra «taxi», según el Diccionario de la lengua española, es una forma abreviada de la palabra «taxímetro», que a su vez deriva del griego ?????, «tasa» y ??????, que significa «medida». En la edad media ya existía el arrendamiento de mulas y también los transportistas eran un gremio especializado en la época. Ya el siglo XVII, en Londres y París existían empresarios especializados en la cría de caballos y mulas para el alquiler.

Pertenece a las estampas de la Torrevieja de ayer las «galeras» y a sus hermanas menores, «las tartanas», carruajes que hacían servicio interurbano, cuando el pueblo era mucho más chico que ahora. En la estación de ferrocarril se reunían las tartanas y acarreaban a los viajeros hasta sus domicilios u hospedajes al trote cansino de las caballerías. Estos hechos nos vienen a recordar lo sucedido al cochero José Ortuño en la lejana noche del 6 de mayo de 1884, habiendo salido de su pueblo, Torrevieja, al pasar con su vehículo de tracción animal por el pueblo de La Roda (Cartagena), se le presentó un personaje disfrazado de fraile, al parecer rendido de cansancio, suplicándole que le concediera un puesto en el carro. El dueño accedió al ruego, pero al poco tiempo se le hizo sospechoso por su conversación y la curiosidad de sus preguntas y lo raro de ver a un fraile a altas horas de la noche. Las sospechas le pusieron en cuidado, hasta el extremo de que, al manifestar el religioso deseos de apearse, bajaron ambos a la vez, sin perderle de vista Ortuño.

Sin ser visto por el disfrazado, José Ortuño sacó un puñal que portaba, temiendo una emboscada o por cualquier suceso que pudiera darse. Al poco tiempo se convirtió la sospecha en realidad, pues el religioso sacó sin precaución una cosa de la manga del brazo izquierdo y al llevársela a la boca, Ortuño se tiró sobre él, quitándole un «instrumento» y asentándole tan tremenda puñalada que el enmascarado cayó muerto instantáneamente al suelo. Lo que el fraile extrajo de la manga era una corneta; que el cochero cogió y la tiró al carro junto al cadáver del desconocido.

Continuó viaje, hasta que encontró a dos parejas de guardias civiles, a quienes contó el lance con los pormenores que hemos referido. Los guardias le hicieron volver al sitio del suceso; una vez allí, tocaron la corneta, a cuya señal acudieron ocho bandidos disfrazados también de frailes, que fueron sorprendidos con una descarga de las fuerzas del orden, escondidos dentro del carro, resultando muertos tres de los ladrones y dos heridos. Los tres restantes huyeron. Todos ellos iban provistos de puñales y carabinas. Qué duda cabe que la profesión de cochero era muy arriesgada.

Este suceso aislado no evitaba que, en el verano particularmente, estuvieran muy solicitadas sus «galeras» y «tartanas» cuando llegaban a la estación las «huelgas» de la Vega Baja, cargadas de maletas y cestos rebosantes de frutos de la huerta, dispuestos a disfrutar de los baños en nuestras playas.

En 1914 hacían el servicio de cocheros: Tono 'el Correo', 'El Sordo', Miguel Samper, Francisco Sánchez 'Facorro', Antonio Ortuño 'el Ortuño', Juan Samper 'Juanico', Antonio Serrano 'el Serrano', Gregorio Morales 'el Curica', Luis Mirete 'el Mirete', Francisco Mirete, 'el Mirete', Ángel Bru, y Antonio Cánovas 'el Botas'.

En la década de los cincuenta trabajaban en Torrevieja, entre otros: Francisco y Pepe Ortuño Sala, en la calle Chacón, número 27; Urbano Ortuño Sala, en la calle Chapaprieta número 47; Enrique Samper Antolinos, en la calle Apolo, número 32; y Antonio Torregrosa Gutiérrez, en la calle Ramón Gallud, número 54. Por nombrar algunos más de los años sesenta y setenta, aunque la lista sea incompleta, hay que citar a Juan y Antonio Guillén Ortuño, Manolo Ballesta López, Rufino Rodríguez Cabrera, Antonio y Urbano Ortuño Dolón, Joaquín Vallejos, Enrique Samper Antoninos, Luis Sánchez Celdrán, Antonio Torregrosa 'el Perdio', y Antonio Prieto Tur, entre otros muchos.

La violencia parecía que había sido desterrada de nuestra ciudad desde que ocurrieran hechos tan lejanos en el tiempo como los que he narrado, o menos distantes como aquellas contiendas entre taxistas torrevejenses -aún siendo de la misma familia- en la parada de la que hubo en la plaza de Waldo Calero, y que algunos aún recordarán.

Al día de hoy, en Torrevieja se han ido acoplando las últimas tecnologías. Muchos llevan navegadores, aceptan el pago con tarjeta y las emisoras tienen servicios automáticos para recepción de llamadas por teléfono, SMS o Internet, y los servicios se adjudican mediante las tecnologías de localización GPS y transmisión por telefonía móvil GPRS y APP (aplicaciones informáticas). Algunos taxis disponen de conexión de seguridad con el 112 y se van incorporando paulatinamente cámaras de videovigilancia conectadas con centrales de alarma. En muchas ciudades los taxis son amarillos, negros, blancos y, en Torrevieja, además, muchos están sobrecargados de anuncios publicitarios, frente al riguroso negro, de luto permanente, de los vehículos de 'Uber' y 'Cabify'.