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Bravuconadas

Se está poniendo de moda insultar y amenazar a los adversarios, reunirse sin preparar antes las reuniones, sustituir comunicados sesudamente preparados por la inmediatez irreflexiva de los tuits... Si Talleyrand, maestro de diplomáticos, levantara la cabeza le daría un infarto.

Es algo que está poniendo de moda el presidente Trump y está creando escuela. Después de llamar "gordo bajito" al líder norcoreano y de amenazarle con "fuego y furia como el mundo nunca ha visto" acabó encontrándose con él en Singapur y elogiando sus capacidades de liderazgo.

A Putin no le ha insultado todavía y hay quién piensa que le tiene miedo por razones desconocidas. Hasta el punto de que en su encuentro en Helsinki le dio más credibilidad que a sus propios servicios de Inteligencia, y eso ha provocado tal tormenta en los EEUU que ahora ha decidido amenazar a los iraníes y no se descarta que la razón sea distraer al personal para que deje de hablar de Rusia y de su interferencia en las elecciones americanas. Con este hombre nada es lo que parece.

Todo empezó cuando Trump llegó a la Casa Blanca con la intención de acabar con el legado de Obama como la cobertura sanitaria universal y el que había sido su gran logro de política exterior, el Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC) para poner fin a las veleidades nucleares de Teherán. Para ello Trump abrazó las tesis de Israel y Arabia Saudita y denunció unilateralmente el acuerdo a pesar de que la ONU afirma que Irán lo está cumpliendo. La reimposición de las sanciones norteamericanas a partir del 4 de agosto dañará mucho la frágil economía iraní y más aún cuando en noviembre se prohiba importar su petróleo. China y Rusia no harán caso pero Europa, que también defiende la vigencia de un acuerdo que hace más seguro el Oriente Medio, es más vulnerable porque sus empresas tendrán que

elegir entre hacer negocios con Washington o con Teherán y la respuesta no ofrece dudas.

Como consecuencia el presidente iraní Rohani está siendo desbordado por los radicales y se ve forzado a endurecer su postura, lo que a la vez le da réditos internos y se los quita fuera. El otro día dijo que nadie debía esperar que los demás países puedan exportar petróleo si a Irán se le impedía, y amenazó con cerrar el estrecho de Ormuz por donde circulan el 40% de los petroleros del mundo. Eso es una bravata porque desencadenaría una guerra que Irán sin duda perdería por la enorme desproporción de fuerzas en todos los terrenos. Rohani habló también de "la madre de todas las guerras" (otra bravuconada) si Irán era atacado y terminó aconsejando a Washington que "no juegue con la cola del león".

Trump le ha respondido como a él le gusta, con tuits y a gritos (que es lo que deben ser las letras mayúsculas en el lenguaje tuitero) diciéndole que "nunca jamás vuelvas a amenazar a los EEUU porque sufrirás consecuencias como pocos han sufrido a lo largo de la historia". Otra bravuconada al estilo de las que usó hace unos meses con Kim Jong-un y que él piensa que le forzaron a asistir la reunión de Singapur, un éxito mediático para ambos a pesar de la vaguedad de los "acuerdos" obtenidos.

¡Solo faltaría organizar con Irán una reunión similar!

Lo que pasa es que Irán no es Corea y no creo que vaya a ceder ante la presión norteamericana por varias razones: la primera es que Irán es un gran país de 80 millones de habitantes que ha sido durante siglos el imperio hegemónico en el Medio Oriente. Por eso Javad Zarif, ministro de Asuntos Exteriores, ha respondido a Trump diciéndole con cierta condescendencia que "existimos desde hace miles de años y hemos visto caer imperios, incluido el nuestro, que han durado más que la vida de algunos países. Sean prudentes". La segunda razón es que el liderazgo y el reparto del poder es mucho más complejo y

sofisticado en Irán que en Corea, que es una dictadura personal sin ningún contrapeso. En Irán están los ayatolas, el gobierno, los Guardianes de la Revolución, el Parlamento, el Bazar y la propia opinión pública, y los líderes deben tener en cuenta sus opiniones. En tercer lugar, Irán está acostumbrado a las sanciones: Las de 2012 redujeron su exportación de petróleo en un millón de barriles diarios pero ahora se estima que el descenso no superará los 500.000 b/d porque la cohesión internacional es menor ya que la Agencia onusiana de la Energía Atómica dice que Irán está cumpliendo sus compromisos con el PIAC. Esto, combinado con el aumento del precio del petróleo (producto de su propia salida parcial del mercado y de la caída de exportación de Venezuela) hace que Irán pueda acabar el año sin una disminución apreciable en sus ingresos totales. Finalmente, es poco probable que la presión funcione porque los dirigentes iraníes creen que lo que realmente persiguen los norteamericanos es un cambio de régimen, como alguna vez han dicho Pompeo y Bolton, y nadie se muestra inclinado a ceder o a negociar cuando lo que le espera es el paredón.

Todo lo cual no quiere decir que no vaya a poder producirse un incidente, provocado o no, en Ormuz o algún tipo de ataque cibernético que pueda complicar mucho la situación. Por eso es mejor extremar precauciones y moderar el lenguaje. La educación nunca sobra y las bravatas, sí.

*Jorge Dezcallar es Embajador de España

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