Después de los graves disturbios acaecidos el pasado jueves en la Ciudad Autónoma de Ceuta, me pregunto qué piensa hacer al respecto el gobierno de Pedro Sánchez. Por no decir qué piensa hacer al respecto la UE. Necesitamos de hecho de la inmigración, pero ordenadamente, no así. El jueves fueron 602 inmigrantes los que saltaron la valla, rociando de cal viva, excrementos y orín a los agentes de la Guardia Civil, de los que 22 de ellos acabaron en urgencias, con graves quemaduras y contusiones. Eran asaltantes violentos, provistos con lanzallamas, palos, radiales y cizallas. La Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) pide que el Gobierno no culmine el anuncio de la retirada de las concertinas, sin poner otras medidas disuasorias o de protección a cambio, para proteger la valla. Es de una ingenuidad palmaria pensar que la seguridad de nuestra frontera no se vaya a resentir como consecuencia de la retirada de estos instrumentos, que colocó Zapatero, aunque en este caso no sirvieron para impedir el asalto. Ahora ya sabemos lo vulnerables que somos. Estuve escuchando una entrevista de radio que le hicieron ayer al alcalde-presidente de esta Ciudad Autónoma, Juan Jesús Vivas, que habló con una sensatez y contundencia tremendas, reclamando más seguridad y protección de nuestras fronteras. Y es que la que se puede liar ahí abajo es parda, como no se ataje bien y pronto. Imagínese por un momento lo inseguro que se sentiría usted si estuviera viviendo allí.

Este asalto ha sido ejecutado con la colaboración inestimable de las mafias, que están viendo en España el caladero ideal para conseguir dar continuidad a su negocio, dado que en Italia y Grecia ya no pueden hacerlo como antes. La situación política actual es la ideal para que la semana próxima sean otros 600, o incluso 2.000 más, quienes asalten nuestras fronteras. Quién sabe. Tenemos a un Sánchez más preocupado del postureo del «Nivea for men» que de remangarse y ponerse a currar en los problemas reales, y como un niño con zapatos nuevos con el avión presidencial; a un Casado que se ha cubierto de gloria, después de haber hecho un feo inesperado a todas las mujeres de su partido, a las que ha postergado a tareas de consolación, en vez de seleccionar a una secretaria general, como era lo lógico; y a los demás líderes desaparecidos, cuando no dedicados a cosas tan importantes como visitar a Cuixart en prisión. Es desolador.