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Luis M. Alonso

El arma arrojadiza

Aznar reaparece en Génova 13 en medio del ruido sobre Casado

El fulanismo está en el epicentro político. Se trata, como su propia definición indica, de un fenómeno que consagra al individuo sobre el resto de las cosas, de los intereses comunes y hasta de la razón. La huella de los presidentes de gobierno se resume, por lo general, en la apariencia que los define. De Adolfo Suárez ha quedado grabada su osadía; de Leopoldo Calvo Sotelo, el hieratismo; de Felipe González, la ambición de poder; de Zapatero, una innegable necedad, y de Rajoy, su acusado dontancredismo. T

odos, incluido ZP, acumulan méritos y deméritos para ser juzgados por varios motivos no sólo por uno, pero el suarismo, el felipismo, el zapaterismo o el marianismo pasarán a la historia por la percepción que se tiene de los sujetos que los alumbraron, no por el rastro de su obra. En el caso del aznarismo, a Aznar, además de la guerra de Irak y de la boda de su hija en El Escorial, lo persigue una feroz e irreprimible antipatía. Hasta el punto de convertirse en la principal arma arrojadiza contra Pablo Casado. Gracias a él ha reaparecido en Génova 13. Al nuevo líder del Partido Popular no le ha hecho falta más que reiterarse en denunciar el complejo de la derecha para convertirse en el vivo retrato del que un día fue su mentor. No hay por ahora razones de peso para imaginarse un aznarín pero la operación de descrédito ya está en marcha por parte del agitprop que tan bien maneja la izquierda, que sólo tolera una oposición complaciente. Desde el otro lado de la trinchera, en la derecha, a Pedro Sánchez se le compara con ZP. Zetapedro, lo llaman. No es una batalla de ideas, son refriegas personales. Siempre lo han sido.

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