Se trata de su álbum número 15, en el que homenajea al antiguo arte de los trovadores con los imprescindibles instrumentos de la guitarra y la voz del uruguayo Jorge Drexler. Hay, eso sí, más cuerdas, batería, percusiones y una leona que no ruge. Es una guitarra de origen mexicano y con gravedad sonora, como se puede oír en la fresca canción tropical Abracadabras, del disco Salvavidas de hielo, que da nombre a esta gira del cantautor afincado en Madrid, desde 1995, y descubierto por Joaquín Sabina en Montevideo, donde actuó como telonero de Joaquín, quien le aconsejó que se fuese a España, según dijo al público en el concierto del Auditorio. Dejó el estetoscopio y todo cambió. Por eso rinde homenaje a Pongamos que hablo de Madrid, de Sabina, y canta Pongamos que hablo de Martínez, otra de las entrañables canciones del álbum. En esta ocasión, acompañada por la guitarra de Drexler y otras dos. Jorge es un artesano de la música folk, del pop y del rock alternativo con voz dulce y suaves letras. La pegadiza Río abajo, o «no tenemos pertenencias, sino equipaje», que se expresa en Movimientos. Circulan las aportaciones musicales y de contenido. Y la diversidad rítmica. Interpreta 12 segundos de oscuridad, Estalactitas, con su simpático y coreado estribillo («na-na-na») por los espectadores, o Universos paralelos. Temas de un variado repertorio entre lo popular y la renovación. La ecología en Despedida a los glaciares, Asilo, especie de ranchera existencial, y un círculo en el fondo del escenario, la boca de una gigantesca guitarra en la que, asegura el cantautor, los asistentes «están dentro». En ese refugio a través de un pacto para que viva la actuación de Jorge Drexler y su banda. Sintonía perfecta, por cierto. Dedicó a sus hijos (presentes) dos canciones. La nutrida sala coreó «mírenla», y el uruguayo canta después, él solo, la emotiva Noctiluca, al igual que Todo se transforma, popularizada por Sole Giménez.

El público se entrega a fondo. La zamba argentina Alto el fuego, Milonga del moro judío o Me haces bien, demostrándose de nuevo que la gente sabe las letras. La peculiar Silencios con pausas, Telefonía y el jubiloso final.