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Arturo Ruiz

Opinión

Arturo Ruiz

Principios de acero y chicos con suerte

Casado aspira a un combate cuerpo a cuerpo por los electores que se está llevando Albert Rivera, aunque eso sea dejarle libre el centro a Pedro Sánchez, tal y como teme Rajoy

Frente al pragmatismo hueco y la dictadura de las palabras políticamente correctas impuestas durante años por Mariano Rajoy y que Soraya Sáenz de Santamaría pretendía perpetuar, la militancia del PP votó por Pablo Casado porque vio que al fin podría reivindicar sin complejos los principios de acero de la derecha de toda la vida: defendemos la vida y la familia, creemos en la propiedad privada y el individualismo, luchamos por la unidad de España a golpe de código penal, no queremos que los impuestos cercenen negocios, abjuramos del laicismo y la memoria histórica, nos cae bien Adam Smith. Casado aspira a un combate cuerpo a cuerpo por los electores que se está llevando Albert Rivera, aunque eso sea dejarle libre el centro a Pedro Sánchez, tal y como teme Rajoy. Casado es como Aznar, pero con sonrisa estilo Macron y treinta años más joven. Tras vencer, lo primero que hizo fue proclamar entre aplausos su lealtad inquebrantable a Felipe VI y lo segundo que en el PP no hay perdedores. Eso no es cierto. Ya los hay, como en las anteriores guerras libradas bajo la enseña de la gaviota. La noche anterior a la votación, Isabel Bonig había reivindicado la doble herencia de Eduardo Zaplana y Francisco Camps para apelar a la unidad de los populares valencianos. Más allá de efectuar otra llamada a la desmemoria de la corrupción, Bonig sabe que la última batalla sin cuartel se libró precisamente entre zaplanistas y campistas y al homenajearlos a la vez intenta que eso no vuelva a suceder. Pero sucederá. En esta nueva guerra el primer derrotado es José Císcar, fontanero de Soraya en la provincia, urdidor de cadáveres políticos: parece que el próximo muerto será él. En el bando de los victoriosos, dos chicos con una virtud común: la suerte; pasar por allí cuando había que pasar. Luis Barcala es alcalde de Alicante porque era lo único a mano que tenía el PP cuando llegó el momento de aprovecharse de los naufragios de la izquierda local; ahora, rodeado por los tiburones de su propio partido, no tuvo más remedio que tomar aire apostando por Casado y desde Madrid ha recibido toneladas de oxígeno. César Sánchez es presidente de la Diputación porque era lo único a mano que tenía el PP cuando Ciudadanos vetó para el cargo a Císcar. Lo suyo es de trapecista: había apostado por Cospedal, que fue la primera en caer, pero como después la exministra de Defensa se alió con Casado, Sánchez ha logrado convertir una derrota en otra victoria. Él sabe de esto, es un superviviente de todas las guerras: comenzó su trayectoria en Calp limpiándola de zaplanistas cuando había que ser campista o morir en el intento. Alguien que lo conoce muy bien me dijo que César Sánchez podrá caer mil veces pero que siempre lo hace de pie. Así ha vuelto a caer. Hacia arriba.

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