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Juan R. Gil

El PP vuelve a las andadas

La política es siempre paradójica, así que hay que enfatizar que el PP sale de este cónclave envenenado y reforzado, todo y al mismo tiempo

Tan lejos como hace dos meses, justo antes de que se desencadenaran sobre el PP las siete plagas de Egipto, escribía en estas páginas que en la memoria colectiva de los electores y los dirigentes de ese partido Aznar representaba la edad de oro, el paraíso perdido al que quisieran volver. Casado es Aznar, treinta años después. Por eso, sobre todo por eso, ganó ayer el congreso fratricida de la derecha española, ansiosa por rearmarse y recuperar, más que un líder, un caudillo. La política es siempre paradójica, así que hay que enfatizar que el PP sale de este cónclave envenenado y reforzado, todo y al mismo tiempo. El PP de Casado, como en los 90 lo fue el PP de Aznar, va a ser un PP mucho más agresivo: un partido sin miedo a marcar territorio, aun a riesgo de quedarse encerrado en él, y con un solo objetivo: recuperar el gobierno, cueste lo que cueste. Si Casado supera el máster, en todos los sentidos que quieran darle a la frase, no va a haber cuartel ni se van a hacer prisioneros. Ni propios ni extraños. Eso coloca en buena situación al PSOE, si Sánchez no cae en la trampa de pelear en el escenario ideológico al que van a querer empujarle y se mantiene en la centralidad que a Casado no le va a importar de momento despreciar. Y pone en un lugar tan indefinido como difícil a Ciudadanos, porque si Casado es la derecha, Iglesias la izquierda preconstitucional, y Sánchez se encastilla en esa gran zona que está claramente a la izquierda de la derecha pero no pretende tomar el cielo por las armas, ¿entonces qué sitio le queda a Rivera?

En lo que respecta a la Comunidad Valenciana, y especialmente, a Alicante, se acabaron las gaitas. En este congreso ganan, además del ilicitano Pablo Ruz, casadista de primera hora, Luis Barcala y César Sánchez y pierden José Císcar y Eva Ortiz. El alcalde de Alicante y el presidente de la Diputación han jugado fuerte apostando por Casado. No les habían dejado tampoco otro remedio: sabían a ciencia cierta que tras el congreso irían a por ellos, así que más que una jugada calculada, lo suyo ha sido un movimiento defensivo. Pero les ha salido bien, y ahora tienen la repetición en las candidaturas garantizadas. También la tiene, como aspirante a la Generalitat, Isabel Bonig, que ha sido prudente y a la que a nadie le interesa cambiar. Pero lo de la secretaria general, Eva Ortiz, y sobre todo lo del presidente provincial, José Císcar, es harina de otro costal. Han apostado contra los dirigentes de las dos instituciones más importantes que el PP gobierna y han presionado por todos los medios para que se votara a Soraya. Su arma era que ellos harían las listas de 2019, pero no va a ser así. Eso es lo que ha prometido Casado: que digan lo que digan los estatutos, todas las revisará Madrid. Ayer, los compromisarios del PP dudaban sobre si a Císcar había que hacerle un funeral de Estado o enterrarlo en la estricta intimidad. Si es por eso, que hagan lo mismo que él hizo con los muertos que mató.

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