Hace ya mucho tiempo que nuestra vicepresidenta, Mónica Oltra, está enseñando la patita de la exclusión social, esa por la que dice trabajar en contra. A raíz de la sentencia del TSJ anulando parcialmente algunos de los artículos que regulan el uso del castellano y el valenciano en la Administración pública autonómica, hemos escuchado algunas de las barbaridades más grandes que puede soltar un político.

Se nota que su proyecto político es excluyente, no inclusivo. Se nota, perfectamente, que la lengua solo es parte de un proyecto político de totalitarismo para imponer un solo modelo educativo, y por ende, un solo modelo político. Que estos de Compromís que venían a defender la pluralidad quieran imponer un solo modelo de relación con una de nuestras lenguas solo nos obliga a pensar mal.

La vicepresidenta, tal como recoge nuestro periódico, clamó contra «los enemigos que le han salido al valenciano» y hacen «oposición denigrando» a esta lengua con el objetivo de hacer una «castración cultural» porque, a su juicio, «no han entendido que tener dos lenguas en un territorio es una riqueza y no un problema y promocionar la lengua que es más débil es una obligación política, legal y constitucional».

Vamos por partes, que vienen curvas. Con ese lenguaje tan falaz conviene apostillar. No hay nadie entre los castradores culturales que no quiera promocionar nuestra lengua valenciana. Lo que no queremos es imponerla. Su modelo educativo, y de referencia de comunicación, solo permite imponerla. Y es ahí donde nunca podrá usted, o ustedes, llegar a un pacto por la lengua y la educación. Ustedes que son los de hacer posible que cambie la ley electoral bajando al 3% el límite para obtener representación parlamentaria, son los mismos que no escuchan a una parte de los valencianos que les dicen que pacten, no imponiendo.

Ustedes han quebrado la sociedad con la lengua, no promocionándola que es su obligación, sino imponiéndola. ¿No sé si entienden eso? No es tan difícil. Tienen ustedes mecanismos educativos, sociales y comunicativos que fomenten el valenciano sin obligar a todos los valencianos a aceptar su modelo como si no pudiésemos opinar al respecto. Un modelo que exige el valenciano como requisito, no como mérito, es modelo totalitario, y falto de libertad. Y esta opinión vale igual que la suya. Porque aquí no vale decir que para defender la legua valenciana, sólo su modelo de imposición vale. Ahí es donde da usted a entender que es imposible llegar a un necesario pacto por la educación y la lengua. Solo su modelo de protección y fomento del valenciano es posible. Inaceptable que no quieran aceptar que hay otros modelos de promoción de nuestras lenguas.

Se hace difícil dialogar con un modelo impuesto a las bravas. Es eso, o nada. Hasta que llega la ley. Esa que nos defiende a todos, también de los poderosos y de nuestros gobernantes. Usted engaña deliberadamente cuando dice que «hacen oposición denigrando la lengua propia». Erre que erre. No mienta. Tenemos dos lenguas propias, no una. Muchos valencianos no tenemos ningún problema con el valenciano, lo tenemos con ustedes, por mentir. ¿O es cierto que los que no queremos valenciano obligatorio o requisito para acceder a la función pública estemos en contra de la misma? Estamos a favor de la libertad, pero eso no le mola escucharlo.

¡Ya está bien! Hay muchísimas formas de potenciar el valenciano que no pasan por su modelo de humillación. ¿Lo entiende? ¿Puede respetar que haya gente que no piense como usted en esto sin llamarlos castradores? Mucho me temo que su modelo de sociedad se parezca mucho al redactado en las bases de Manresa en 1892: «Solamente los catalanes, ya lo sean por nacimiento, ya en virtud de la nacionalización, podrán desempeñar en Cataluña cargos públicos, aun tratándose de los gubernativos y administrativos dependientes del poder central». Empiezan ustedes imponiendo la lengua y luego ya vendrá lo del Norte. No se entiende que no nos entiendan a los que pensamos que el mérito académico y profesional es más importante que la lengua, que solo es requisito para comunicarse. A lo mejor es que nos quieren castrar ideológicamente. Entonces sigan imponiendo, y los demás defendiéndonos con la ley, para evitar que nos castren.