Casablanca 1942, Humphrey Bogart, en su papel de Rick Blaine, acaba de disparar al malvado mayor Strasse para facilitar la huida de la ciudad de un líder de la resistencia antinazi y la de su mujer, de la que Bogart está perdidamente enamorado. El asesinato del oficial nazi se realiza en presencia del capitán de la policía, que cuando llega una furgoneta cargada de soldados y todo parece indicar que va a delatar a Bogart, murmura una frase que queda en los anales del cine y que muchos años después dará lugar a otra recomendable película, «Detengan a los sospechosos habituales».

Sospechosos habituales, posiblemente culpables de nada, pero ahí están en todas las ruedas de reconocimiento. La asignatura de religión y la escuela concertada parecen haberse convertido en los sospechosos habituales de los males de la educación para parte de un sector de la izquierda política española. Así parece haberlo demostrado la ministra de Educación, Isabel Celaá, cuando parece haber centrado todos sus esfuerzos en acabar con ambas en las primeras reformas educativas que pretende acometer.

La ministra socialista plantea básicamente que la nota de la asignatura de religión no cuente para la nota media del expediente del estudiante. En una sociedad tan determinada por los objetivos, esto significaría prácticamente el principio del fin de la asignatura, quedando como algo residual y muy probablemente fuera del horario escolar. En cualquier caso, la incidencia que tiene la asignatura de religión sobre el expediente escolar en la actualidad es bastante residual y no creo que tenga implicaciones en otros aspectos que son mucho más preocupantes.

Por otro lado, la ministra ha empezado a marcar la puerta de salida a los conciertos educativos. Esto es cuanto menos curioso, porque fue un Gobierno socialista, el de Felipe González, el que impulsó definitivamente a la escuela concertada al lugar que ocupa actualmente. Unos acuerdos que si los estudiamos con pragmatismo parecen haber sido bastante rentables, ya que han permitido crear plazas escolares a un coste menor que los de las escuelas públicas y ofrecen un servicio con gran demanda social y unos buenos resultados educativos, tal como se puede comprobar todos los años en las calificaciones obtenidas por estudiantes de un tipo de centro y otro en las pruebas de acceso a la Universidad. Además, esta existencia de colegios concertados genera una competitividad entre los dos modelos, que sin duda en último término beneficia a los estudiantes.

En cualquier caso, puedo entender y respetar la posición de este sector de la izquierda cuando propone este tipo de acciones, pero sinceramente me preocupan que no los haga con los números en la mano. Sustituir la educación concertada por la pública sería un proceso que requeriría mucho dinero y lo que es peor, no está claro que supusiese un modelo que ofreciese mejores resultados. Pero para mí, es peor el sectarismo con el que están abordando el asunto, son incontables ya las leyes, reformas educativas que estamos «sufriendo». Estoy bastante harto de que traten de rediseñar una y otra vez los modelos educativos sin consenso y por tanto sin garantías de que se tenga el tiempo suficiente para poner en marcha cualquier cambio. Me aburre soberanamente que se considere como principal problema educativo a la religión y a la enseñanza concertada, mientras nadie se atreva a proponer y consensuar medidas eficaces contra las grandes lacras de nuestra educación, como son el fracaso escolar y el abandono temprano de los estudios. Por supuesto, nadie se ha tomado en serio lo de implementar correctamente la Formación Profesional Dual más allá de nombrarla como el objetivo eterno a cumplir.

Y, obviamente, por más que se nombre como referencia el modelo educativo finlandés, nadie se atreve a hablar de una formación más exigente de los docentes, ni mucho menos que los equipos directivos de cada centro puedan elegir a sus docentes, tal como ocurre en Finlandia y otros países con éxito educativo. Esto es algo como mentar la bicha, y el pavor a los sindicatos lo haría inviable.

También podríamos habar de la escasa financiación que tenemos algunas autonomías y que nos impiden invertir en educación tanto como hacen otras.

Tampoco nadie quiere hablar de la inmersión lingüística que se da en algunas comunidades y que en otras quieren copiar, mucho más sectaria que cualquier tipo de clase de religión católica.

Nada, ¿para que preocuparse de tratar de solucionar los problemas reales si es mucho más fácil detener a los sospechosos habituales?