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Javier Cuervo

Viaje al Planeta de los Simios

Los huesos de Franco salen todos los días del Valle de los Caídos a pasear las cabezas de gente que lo estudió en BUP. Aunque estén bajo cinco toneladas de piedra, bajan a Madrid y votan o se abstienen en partidos con representación parlamentaria. Las últimas estatuas ecuestres acaban de ser retiradas y la única que se le ha hecho en los últimos 40 años, Always Franco, de Eugenio Merino, enojaron hasta el juzgado a los guardianes de la sepultura. En ella, Franco, un militar anciano, poco heroico, pero igual de dictador, está en pie, dentro de una nevera de Coca-Cola.

El Gobierno socialista, de línea socialmercadotecnócrata, ha anunciado la exhumación de los restos de Franco, y algunos centenares de personas que hacen unos miles (según dónde se lea) subieron al panteón de la vergüenza del siglo XX, el Valle de los Caídos, para sumarse a la costumbre contemporánea de la «visibilización». Cuando tenía problemas internacionales, el franquismo se «visibilizaba» en forma de «demostración» nacional. Ahora se visibiliza o demuestra el franquismo ultratumbal.

La familia ha repartido el patrimonio, pero se opone a recibir las cenizas del abuelo y bisabuelo. Es la primera vez que la familia Franco rechaza algo que se le ofrece. El Pazo de Meirás (cuyos consumos y gastos ha pagado el Estado) fue un regalo a Franco del pueblo de La Coruña de entonces. El pueblo de A Coruña de ahora quiere recuperarlo igual de graciosamente que lo dio y no hay modo.

Hay planes para algo tan feo, estética y moralmente, como el Valle de los Caídos cuarenta años después de los cuarenta años. Lo mejor sería dejarlo para monte y que la maleza y la yedra lo convirtieran en vestigio arqueológico de El planeta de los simios.

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