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Toni Cabot

Ventanas y candados

El caso de Patricia Aguilar arroja sombras de advertencia a los que solo ven luz resplandeciente en esta era digital. El rapto psicológico de la joven ilicitana por parte de un individuo sin escrúpulos a través de la red tejida en el ciberespacio desde Perú demuestra que tan importante es aprender a abrir esa puerta como saber usar los candados. La ventana al mundo que ofrece internet se abre para todo, queda expuesta ante lo bueno y ante lo malo, mejora nuestra calidad de vida, pero al mismo tiempo nos deja indefensos frente a despreciables engaños que amenazan con amargarla.

¿Podremos evitar que se repitan casos similares al de Patricia? Posiblemente no, pero sí estamos obligados a elevar la voz en busca de incorporar un mecanismo más vigilante y efectivo frente a la vulnerabilidad que permea en el ecosistema de las redes sociales, por donde se mueven los menores.

Según delatan las encuestas, una buena porción de jóvenes entre 12 y 20 años no tiene ningún miedo o nunca se sintió en peligro al exponerse en una red social o chatear con un desconocido. Y también un alto porcentaje expresa que sus padres no ejercen ningún control sobre lo que ellos hacen con un móvil en las manos, datos estos que dejan el camino expedito a este tipo de amenazas. Razonan los expertos que el freno pasa por que en el ámbito familiar se pongan pautas sobre el uso y participación en la red, pero ese argumento suena a clase teórica, alejada de la realidad que plasma, en la gran mayoría de los casos, la incapacidad del progenitor para poner vallas o seguir la ruta que recorren sus hijos por el ciberespacio.

Hoy, metidos de nuevo en un debate sobre la reforma educativa, no estaría de más que alguien sopesara introducir este asunto en las aulas como materia obligada.

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