Mucho se habla estos días del lenguaje. Fuente de sabiduría y de problemas. El lenguaje es la forma en la que los humanos, que no los animales por mucho que digan los animalistas de tres al cuarto, nos comunicamos para expresar ideas, pensamientos, querencias, reflexiones y peticiones. Lo hacemos con enorme dificultad porque nos ampara la decencia de saber que la persona que está escuchándonos tiene la misma dignidad que nosotros. Por eso el mundo es más vivible. Porque si la gente no tuviera la consideración del respeto mutuo habría más cafres que gente normal. Y hay más gente normal, y por eso el mundo deambula con relativa facilidad.

Lo anormal es ver gente mal educada. Por ejemplo ese chavalín francés que se dirigió al presidente de la República de Francia como si fuera su colega. Bien hizo Macron, el presidente de todos los franceses, afeándole la jerga con la que se dirigió, no a un viandante que pasaba por allí, sino al representante del pueblo francés. Esta lección de primero de primaria de escuela normal, es la que tenemos que transmitir a nuestros hijos. Las instituciones se respetan porque se respetan a las personas que las encarnan en cada momento. Por eso, la crítica es necesaria, pero la falta de educación, no.

Quemar banderas, o fotos de políticos o de reyes, es un gran síntoma de tontuna, colectiva e individual. Cuando tienes que coger una cerilla para inflamar una fotocopia con un político que te cae mal, eres un petardo barato. Lo puedes hacer, libertad tenemos, la misma que tengo yo para llamar tonto al que lo hace. Los grandes alardes tribales que suponen el sometimiento a los mantras dibujados por colectivos que se dicen defender lo público, son solo expresiones de aborregamiento de secta.

Cuando el individuo se ve sometido a una red digital que te dice cómo pensar, a quién odiar, cómo escenificar tu quejío, ese ser es un ser inferior. Porque ese seguimiento de las premisas de adulteración de lo colectivo, supone generalmente, una falta de crítica personal previa. Cuando los que dicen que a una mujer no se la puede decir «guapa» por la calle, son los mismos que dicen que se puede decir que se «quemen a guardias civiles» o «muerte a los jueces» con la misma soltura, es que la educación no parece haber calado. Soy poco sospechoso de haber escrito algunos de los artículos más duros contra el terrorismo machista. Me repugna. Me da asco. Pero me da asco cualquier violencia. También la que quieren hacer contra la policía. Esa libertad de expresión para un mal rapero, debería valer para un buen literato. Escribir, podemos, de mujeres y de sus cosas. Y llevar eso a una basura intelectual de micro machismos, es pasarse unas rallas.

No se arregla la falta de educación relatando el lenguaje con ellos y ellas. Camioneros y camioneras. Payasos y payasas. Porteros y porteras. Marujos y marujas. Esto es más complejo, como la vida misma. Pero es la familia la que educa. No el Estado, que sólo está para defendernos, no para educarnos. Está para enseñarnos a compartir los valores que hacen posible la convivencia. Pero el respeto a tu amiga, a tu amigo, es el primer mandamiento familiar que hemos de transmitir a nuestros hijos. La violencia, sea del tipo que sea, es la mayor de las faltas de educación. Toda esa pocilga en las redes sociales, amparada por la supuesta libertad de expresión, es sólo la constatación de la gran bajeza humana que circula por la mente de algunas personas que tienen en su propia indigencia sentimental, una cloaca a la que alimentar.

La mala educación no es decir cosas bonitas a una mujer. No es no. El respeto no significa que no se pueda utilizar el lenguaje también para expresar sentimientos. La otra persona puede aceptarlos, o llamarte feo. Y no pasa nada. La violencia no es comunicarse incluso si es para expresar sentimientos amorosos o plásticos. Si no vamos a poder hablar de esto, prefiero el cortejo animal. Que está muy pautado y nadie se queja. Pero somos humanos. Y el lenguaje nos hace educados, o mal educados. A mí no me parece difícil de entender, pero visto como se expresa gente, parece más complicado. Yo también tengo derecho a pensar de manera diferente, pero con educación.