No hace mucho, INFORMACIÓN se hacía eco a través de un artículo de F. J. Benito, de la necesidad oficial impuesta por el Consell de tener que realizar una revisión técnica y el correspondiente informe de los edificios de cierta edad, para poder acceder las comunidades de vecinos a ciertas ayudas económicas de la Conselleria correspondiente, como ayuda en el mantenimiento y conservación de los mismos. Dichos informes y revisiones técnicas tienen el loable fin utópico de establecer de algún modo el grado de seguridad que tienen nuestros edificios, y de esta forma evitar las posibles ruinas insospechadas que pueden presentarse en los mismos y que con una relativa frecuencia indeseable estos colapsos aparecen en los medios de comunicación.

Tras más de cuarenta años proyectando y viendo construir estructuras de todo tipo, y enseñando en la Universidad el cómo hay que hacerlo, me he vuelto un escéptico total sobre que dichos informes y revisiones técnicas puedan hacerse medianamente bien, y que una vez hechas puedan materializarse y servir para algo que no sea el de burocratizar todavía más si cabe el mundillo de la construcción, ya de por sí burocratizado estúpidamente hasta unos límites insoportables, sin beneficios palpables de tipo alguno. Y esto lo decimos porque, en primer lugar, el número de técnicos capaces de inspeccionar la seguridad de un edificio con solvencia, pueden contarse con los dedos de las manos, incluso en el hipotético caso que contaran con la información necesaria y suficiente para poder hacerlo.

Una toma de datos buena y aprovechable de la información que requieren unos informes de esta naturaleza que merezcan la pena, en general, resulta tan costosa de poder ser obtenida cuando pueda obtenerse (la mayoría de las veces es casi imposible poderse hacer), que no existe comunidad de vecinos con ganas de emprender con seriedad semejante aventura ni técnicos solventes que los hagan, por los escasos honorarios previstos para ello.

La solución que suele seguirse habitualmente y que se seguirá haciendo sin lugar a dudas para cumplir lo que, según F. J. Benito nos escribía en INFORMACIÓN, será un informe técnico de apaño (una faena de aliño podría decirse en términos taurinos), donde se digan cuatro vaguedades sobre pinturas y poco más, y esperar que con ello el Consell conceda las subvenciones correspondientes y elabore unas estadísticas más falsas que Judas. Conocemos informes de esta naturaleza que se han realizado viendo los edificios por Google Maps.

Recientemente ha colapsado el techo de una ermita en El Campello, lisa y llanamente porque las inspecciones y revisiones visuales sin más son, salvo excepciones, incapaces de mostrar el grado de seguridad real que tienen las estructuras; para saberlo. Hay que contar con planos geométricos de las mismas, conocer sus materiales y luego proceder a un análisis inverso que por cálculo nos proporcione los coeficientes de seguridad que dichas construcciones tienen. ¿Se llegó a hacer esto en la ermita de El Campello? ¿Se hará en los informes que pide el Consell? ¿Se hace habitualmente en las reparaciones estructurales que piden los edificios?

Nuestra fundada opinión nos dice que en este campo funcionan mucho más las vísceras que las neuronas, y las primeras como todo el mundo sabe o debería saber, no suelen ser excesivamente fiables.

Dicho esto, no me gusta ni soy partidario de que se amenace a los ciudadanos con informes de carácter generalista sobre situaciones hipotéticas que pueden tener lugar en sus edificios, tales como terremotos o vientos huracanados. Lo único que se consigue con ello es crear una psicosis de inseguridad que no puede ser subsanada porque lo hecho, hecho está, y no existen recursos que solucionen el inmenso parque edificado que podría verse inmerso en estas situaciones teóricas, que está por ver si llegan a producirse alguna vez (desde Torrevieja hacia el norte de la Comunidad, posiblemente por nuestra ignorancia, desconocemos que se hayan producido terremotos destructivos) y cuando lo hacen, no sabemos el comportamiento real que tendrán las estructuras de los edificios, cuando se ven auxiliadas por las tabiquerías que no se han tenido en cuenta en los cálculos.

Una información que posiblemente desconozcan la mayoría de los ciudadanos: el único edificio que se cayó (colapsó) durante el terremoto último en Lorca de 2011, estaba calculado siguiendo la norma sísmica. Lo dicho no quiere decir, en modo alguno, que no haya que cumplir las normas, sino simplemente que no basta; y que es preferible diseñar y construir con sentido común y racionalidad los edificios frente a los terremotos que pensar y creer que cumpliendo unos requisitos burocráticos superpuestos unos sobre otros, estemos haciendo las cosas bien y los edificios con ello ya se encuentren a salvo. ¡Naranjas de la China!

Ya sabemos que el CTE (Código Técnico de la Edificación) nos amenaza teóricamente con sismos destructivos y vientos capaces de superar los 200 kilómetros por hora en los edificios altos de Benidorm, produciendo con sus devaneos un encarecimiento inútil de las estructuras, haciendo con ello el mundo menos sostenible, ahora que está tan de moda este concepto de la sostenibilidad, manipulado hipócritamente sin rigor y sin coherencia alguna.

¿Ha conocido alguien en Benidorm un viento sostenido que mantenga una velocidad mayor o igual a los 100 km/hora?

El edificio Bali, que lo calculamos con una velocidad de viento de 150 km/h, si lo analizamos en la actualidad dejándose guiar por lo que le dice el Código Técnico de la Edificación, actualmente en vigor, podríamos emitir un informe diciendo que se encuentra en situación peligrosa, cuando está muy lejos de encontrarse en dicha situación como demuestran sus años de servicio sin incidencias estructurales de tipo alguno.

Vivimos cada vez más en un mundo virtual de ocurrencias, sin fundamentos reales de tipo alguno, que dan pie a costes innecesarios y un papeleo inútil de informes, sellos, pólizas y caprichos de unos y otros que solo piensan salvarse el trasero de malas maneras.