El pasado 14 de junio tuve la oportunidad de asistir, como miembro del tribunal, a la lectura de una excelente tesis doctoral en la Universidad Politécnica de Cataluña sobre el optimismo de los recursos humanos en la empresa y su impacto en la productividad.

No les hablaré de la tesis pero sí de alguno de los conceptos que maneja y de cómo la investigación básica, la que se desarrolla fundamentalmente en las universidades, es fundamental para mejorar las actividades, los procesos de trabajo, incluso las condiciones de vida de las personas.

La transferencia al exterior de los resultados de la investigación universitaria aporta, en el ámbito de las empresas en tanto que investigación aplicada, innumerables oportunidades tanto en productos como en servicios, procesos o sistemas de gestión que ayudan al progreso de la sociedad. No solo en la creación de Start Ups, empresas de base tecnológica de alto crecimiento y alto potencial, que aún siendo muy importantes y seguramente las más conocidas, no son la única aportación de las universidades al progreso empresarial; ni siquiera son las más sólidas y capaces de aportar beneficios compartidos a largo plazo.

El estudio para desarrollar un método eficaz capaz de incrementar el optimismo de los trabajadores, de mejorar su actitud y, como consecuencia de ello, aumentar la productividad de la compañía es, en mi opinión, una línea de investigación fundamental para mejorar la capacidad de competir de las empresas a la vez que incide positivamente en la felicidad de los empleados. Es claramente una de esas apuestas gana-gana que deberían estar subyacentes en todas las actividades humanas.

Se trata de establecer una gestión de recursos humanos en las compañías que tenga en cuenta una visión integral de la persona. Una gestión que se comprometa con su bienestar físico y mental, lo que se traducirá necesariamente en un mejor resultado para todas las partes porque sin duda son las personas, mucho más en esta economía del conocimiento, el verdadero valor diferencial de las compañías.

«Un optimista ?decía Winston Churchill- ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad». Y esto, en el mundo de las empresas, conecta directamente con los resultados operativos.

En el lugar de trabajo, el bienestar de las personas es un valor objetivo tanto por los ahorros que genera como por sus aportaciones a la mejora de la productividad. La asociación entre trabajador feliz y trabajador productivo cuenta cada día con más apoyos. Y esto empieza ya a marcar tendencias y orientaciones en la gestión de las personas en las compañías más avanzadas. Muchas empresas están incidiendo en aspectos tan aparentemente alejados de la gestión empresarial como el ejercicio físico, la nutrición, la salud, la motivación, la informalidad en las relaciones, el achatamiento de estructuras, la proximidad entre diferentes niveles, etcétera.

Cada día es más frecuente encontrar en las propias empresas gimnasios, salas de juego, espacios de relax, masajes, distribuciones en planta diáfanas, centros informales de reuniones, etcétera. No son extravagancias, en absoluto.

Todo esto, lejos de quitar protagonismo a los departamentos de recursos humanos, pone más en valor su función, puesto que son los verdaderos responsables de la disposición de los empleados para abordar de la mejor manera los objetivos de la compañía. Unos departamentos cuya función es básicamente ocuparse de elevar el potencial de sus personas en beneficio tanto de ellas mismas como de la empresa.