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Toni Cabot

Política de favores

Favor con favor se paga. En esas está el poder político, de aquí y de allá, endeudado por los favores prestados -o a préstamo- para propiciar el cambio de piezas que ha modificado el tablero. El relevo en el poder arrastra deudas no escritas, hipotecas sin firma, pero con firme intención de ser reclamadas. Por ahí camina Pedro Sánchez, presionado para atender la factura que Pablo Iglesias quiso presentar en el buzón de la televisión pública de Prado del Rey; inquieto ante la lista de exigencias soberanistas de Quim Torra; abrumado frente a la reclamación del Gobierno Vasco para obtener la ventanilla de la Seguridad Social o el acercamiento de presos etarras. Favor con favor se paga y no hay tiempo ni intención de espera. Más bien al contrario: persiste el apuro y no hay paciencia. Así lo ha experimentado también Luis Barcala, el flamante nuevo alcalde alicantino al que se le descose el discurso cuando trata de justificar la contratación con máximo aporte salarial de ese personaje de complicada clasificación que le endosaron, capaz de plasmar sin rubor en documento judicial cobros en dinero negro y, días después, ya en nómina municipal, listo para ejercer como escudero de Nerea Belmonte, la tránsfuga podemita que propició el cambio de signo del Ayuntamiento de Alicante y que pretende hacer creer que su voto no le reporta favor ni premio. Favor con favor se paga puede gritar también Fernando Sepulcre, exconcejal de Ciudadanos, hoy rodeado de cariño popular en la Diputación, quien, pese a amagar, nunca tuvo intención de ofrecer al PSOE de la candidata Montesinos el mismo voto que entregó en la investidura de Echávarri. Favor con favor se paga, favores prestados, favores a préstamo, política de favores, mercadeo, aquí y allá, ayer y hoy.

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