o sé por qué -¡o sí: qué más da!- pero hoy me ha dado por acordarme de «mis queridos políticos», a quienes dedicaré frases de uno de los cómicos más grandes, ¡y mira que los ha habido -y hay- enormes!. Un personaje cuya personalidad traspasó las pantallas, el celuloide de sus pelis y los escenarios de los teatros, aunque nunca quiso ser protagonista de cosas y casos puntuales, pese a que no pasó desapercibido. No hablo -¡Dios me libre!- de gente como, por ejemplo, Humphrey Bogart, James Dean, Charlton Heston, Betty Davis, Fernando Fernán Gómez, Paco Rabal, Lola Gaos o Pepe Isbert, no, aunque coincidiremos/reconoceremos en que también «tenían un no sé qué, que qué se yo». Me refiero a Gruocho Marx, de quien se dice que pidió que en su epitafio figurase una de sus frases más conocidas, «perdone que no me levante», aunque, según sus biógrafos, nunca la dijo. Los estudiosos aseguran que se trata de «una leyenda urbana», ya que su sepultura, que está en el cementerio de Mission Hills (Los Ángeles), está vacía, porque fue incinerado y sus cenizas esparcidas por Central Park, en New York.

Nuestros políticos, ya sean locales, provinciales, autonómicos, nacionales o europeos, parecen moverse por un más que preocupante afán de notoriedad, como queriendo pasar a la posteridad/historia de sus pueblos por algún hecho, ya sea por algo bueno, o no tanto. ¡Hay quien se retrata más que una «selebriti» en cualquier sarao, aunque no venga a cuento, o en el «abrevadero de moda», en forma de «fiestuqui» o «dispensador del pienso diario», por aquello del «dame pan y dime tonto». El gran Groucho, en la famosa escena del camarote, en la que llamaba a los camareros para pedir el ágape/papeo, «y dos huevos duros», decía: ¿servicio de habitaciones?; ¡tráigame una habitación más grande! Esto viene al pelo viendo la cantidad de asesores que tienen nuestros «servidores públicos/próceres», que, «na» más «empesar el baile/tomar posesión del sillonico o tocar pelo», dejan bien claro que o «no tienen ni zorrera idea» de dónde se «meten» o «tienen muchos favores /compromisos/ cuentas que saldar/ pagar». Lo que nos lleva a pensar en lo que decía el cómico, con respecto a la inteligencia de quienes dicen trabajar para servirnos y hacernos la vida más llevadera: «Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco bien», aunque para Groucho «es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar todas las dudas».

Los políticos -han dado muestras de ello muchas veces- tienen unos principios, «pero si no les gustan, tengo otros», porque según el cómico estadounidense, un político, «como no es río, puede volverse atrás», no sin hacer bueno lo de que «la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar los remedios equivocados». ¡Cómo la vida misma!

Y todo porque «la política no hace extraños compañeros de cama, el matrimonio sí». ¿Tenía razón Groucho? Con la que está cayendo, no me queda más remedio que darle la razón al mayor de los Marx cuando asegura que «sólo hay una forma de saber si un hombre es honesto: preguntárselo. Si responde que sí, es cuando se sabe que es

corrupto».

Los electores/ciudadanos de a pie, ante una cita con las urnas, ya sea para comicios locales, autonómicos, nacionales o europeos, deberían hacer suya una máxima «grouchoniana» que afirma que «jamás olvido una cara, pero en su caso estaré encantado de hacer una excepción» y pasar factura por lo mucho, ¡o poco!, que haya hecho «el aspirante» a repetir en el cargo. Tengo claro que «nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo», aunque «reírse de nada es de tontos, pero reírse de todo es de estúpidos». ¡Hay tanto tonto y tanto estúpido en el sub mundo de la vida pública/política, por no decir intereses particulares, que va a ser cierto que «la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión y una pequeña fortuna»!, de ahí que la avaricia rompa el saco y la codicia sea mala compañera de viaje y peor consejera para quienes quieren servirse y no servir, hasta el punto de que «ojos que no ven, gabardina que me llevo», porque se entiende que «quién a buen árbol de arrima buena plasta/mierda/cagada le cae encima». Dice mi amigo Jose Guti que la mejor forma de evitar problemas cardiovasculares es cerrar los ojos, porque «ojos que no ven, corazón que no siente».

De todas formas, hay quien termina pidiendo, como Groucho, «que se pare el mundo, que me bajo», porque «si sigues cumpliendo años acabarás muriéndote». Mira a ver tú, que llevas gafas, pariente, ya que «todavía no sé qué me vas a preguntar, pero me opongo». Estamos enfilando el final de la legislatura y la cosa se va calentando. Recibo llamadas, muchas, preguntándome si fulano será cabeza de lista o zutano se marcha a Madrid. Otros me aseguran que se bajan del tren, que recogen los bártulos y se marchan a sus cuarteles de invierno. ¡Y a mí qué me cuentas!.

Yo soy como aquel vasallo que dijo lo de «ni quito, ni pongo rey?» y digo que «a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga». ¡Mi club es distinto, ni mejor ni peor; distinto!. ¡Sed malos; es más divertido!