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Javier Mondéjar.

El Indignado burgués

Javier Mondéjar

Introspecciones calenturientas desde la cueva donde «veranizo»

Es verdad que lo de reflexionar está muy sobrevalorado y te encuentras a tu alrededor homínidos que han triunfado sin dedicar un solo minuto de su vida a tan arriesgada labor

El verano es un buen momento para pensar. Es verdad que lo de reflexionar está muy sobrevalorado y te encuentras a tu alrededor homínidos que han triunfado sin dedicar un solo minuto de su vida a tan arriesgada labor. La naturaleza es muy sabia, porque si semejantes especímenes tuvieran la capacidad de pensar, es casi seguro que advirtiendo su infinita vacuidad se tirarían de un puente y así no hay modo de multiplicar la especie. Tampoco diré que la introspección obligue a estar constantemente analizando gestos, pompas y circunstancias, que es asunto pesadísimo, pero al menos permite tratar de contestar la vital pregunta que preocupa constantemente al ser humano: ¿Y yo qué ceno hoy?

Tampoco hay que ir mucho más lejos ni interrogarse sobre el sentido de la vida y mucho menos plantear estrategias de futuro, fundamentalmente porque el porvenir es un invento humano para disfrazar la inseguridad ante lo inevitable. Sí, ya sé que esto es demasiado profundo y no sé cómo me meto en semejantes líos y menos aún por qué cito a la Dama de la Guadaña.

Será que no me gusta nada el verano, ni la caló, ni las aglomeraciones playeras, ni las fiestas populares, ni los niños que te salpican de agua y arena, ni los que juegan a las palas, ni las terrazas, ni los chiringuitos, ni? Alguna vez he pensado que debería hacer como los osos pero al revés: «veranizar» en vez de hibernar, meterme en mi cueva y volver al mundo a mediados de noviembre y en esa etapa alimentarme de novela negra y de música de Haendel o Telemann.

Cualquier día lo intento, porque seguro que las leyes de la evolución deberían permitírmelo. Consultaré al espectro de Darwin, honrosamente enterrado en la Abadía de Westminster junto a Newton y cerca de Dickens. Por cierto, ya que hablamos de esto reconozco mi debilidad por esta fórmula tan poco necrófila de enterrar a los hombres célebres, porque en España somos tremendistas con eso de la muerte y no tenemos un «Rincón de los Poetas» donde musitar al oído a Galdós o a Cervantes y decir barbaridades a Cela (le gustaría, supongo).

Pero volviendo a la reflexión les quiero dejar una frase que acabo de leer en la cueva donde «veranizo», más que otra cosa por si les sirve: «Deseo es testosterona; romance es dopamina y apego es oxitocina». Dicho de otra manera: podemos sentir deseo por una persona, tener un romance con otra y sentirnos apegados a una tercera. ¿Muy complicado?, pues, quizá, pero piensen si, como decía la autora, los bípedos hemos escogido un modelo erróneo que decide obtener las tres cualidades en el mismo lugar (o en la misma persona) cuando no estamos cableados para eso.

Las consecuencias son tremendas, si se fijan, y ya no hablo ni de moralidad ni de fidelidad ni de nada de eso, sino de errores en el diseño de la máquina imperfecta que somos y que nos hace infelices por culpa de un plano de conexiones mal dibujado por un ingeniero chapucero. Hay más cables mal soldados, como los que nos llevan a vivir con nuestras parejas y visitar a los amigos, cuando los amigos tienen un margen infinitamente mayor de tolerancia que los amantes, parejas, matrimonios o lo que sea a la hora de convivir. Soportaríamos más de cualquier amigo, por cutre que fuera, que de nuestras parejas y así se rompen relaciones por sacar la bolsa de la basura o por un trasto mal colocado, discusión que conduce invariablemente a cuestionar el sentido de la vida y del matrimonio, no sé por qué extraña senda.

Ah, que a usted no le pasa. Pues nada, querida lectora/lector, me alegro mucho porque así entra plenamente en los modelos generalmente aceptados y producto estándar de nuestra educación judeocristiana. Punto para usted y olvídese de reflexiones calenturientas por la cuenta que le trae, no vaya a ser que se plantee objetivos inadecuados: «Estás en mis pensamientos inapropiados», como escribía alguien y no precisamente a mí, más quisiera?

En fin, no voy a negar que es posible que alguien tenga todos los huevos en la misma cesta y todas las combinaciones en el mismo paquete. Es raro, pero también hay quien tiene seis dedos, el pelo rojo, oído absoluto o un cuerpo 10. No es habitual, pero sucede, aunque lo normal sea confundir un Sol con un La y disponer de un cuerpo modelo escombro. En todo caso irán contra su propia ingeniería cerebral que, ya les digo, funciona con mecanismos diferentes a los que consideramos normales y libres de pecado.

Tampoco me hagan mucho caso porque es muy fácil predicar desde la cueva, pero luego explíquenle a su pareja que si tienen un/una amante es porque les han dibujado así. A ver si tienen narices a soportar el sartenazo que les van a sacudir.

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