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Llueve sobre mojado

Cuando arrancó la legislatura del Consell surgido del Pacte del Botànic, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, se apresuró a intentar reducir la «distancia» que separa a Alicante de València. Habló de «recoser» la Comunidad. Utilizó con poca convicción el término «bicapitalidad». Y puso encima de la mesa un debate que ningún presidente, ni siquiera Eduardo Zaplana, se había atrevido hasta ahora a poner encima de la mesa: trasladar estructuras reales de poder desde València a Alicante, uno de los grandes errores que se cometió en la construcción de nuestro autogobierno. En campaña prometió traer la sede de la conselleria de Turismo a Benidorm, una propuesta que luego descartó. Citó la posibilidad de trasladar algunos servicios vinculados al Tribunal Superior de Justicia. En una entrevista concedida a este periódico lanzó la opción de centralizar en la provincia la futura Agencia Tributaria Valenciana sobre la base de un organismo de éxito en la recaudación de impuestos como Suma. Un ente tributario dependiente de la Diputación, al mando del PP y que como entonces estaba en guerra contra el Consell ni quiso ni supo coger al vuelo una iniciativa muy interesante que concentraba en Alicante el control del aparato financiero de la Generalitat.

Pero unos por otros, al final, lo único que quedó de toda esa estrategia de Puig fue la iniciativa de instalar en Alicante la Agencia Valenciana de la Innovación. Un órgano destinado a impulsar un sector clave para el desarrollo económico con nada menos que 28 millones de presupuesto -unos 5.000 millones de las antiguas pesetas- pero que, en la práctica, se le conoce muy poca gestión. Ha servido es0 sí para contratar personal repescando a viejos dinosaurios del PSPV como Andrés García Reche para la dirección, una elección que ya genera muchas dudas entre amplios sectores del ala socialista del Consell y directamente la censura de los altos cargos Compromís que piden reorientar la agencia para evitar duplicidades con la conselleria de Economía, como se ha evidenciado durante los últimos días. Pero es que, además y a pesar de las promesas de Puig, la Agencia Valenciana de la Innovación tampoco acabó instalada aquí. La gestión operativa del ente se realiza desde València con una sede auxiliar en la capital alicantina para cubrir el expediente. Y ahora, además, llueve sobre mojado: resulta que se queda fuera del consejo de dirección Manuel Palomar, el rector de la Universidad de Alicante, para poner en su puesto al de la Politècnica de València, el ilicitano Francisco Mora, asentado en el «cap i casal» desde hace tiempo y que a la primera reunión ni siquiera acudió. Más allá de las explicaciones para tratar de poner paños calientes y tapar esta nueva polémica en la Agencia de la Innovación, lo cierto es que la política, junto a la labor del «día a día», tiene que estar siempre acompañada de gestos que adornen esas decisiones. O, de lo contrario, si eso no ocurre, la imagen que se traslada siempre acaba siendo muy negativa. Como en este caso.

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