¿Saben contra quién jugó la selección española el pasado lunes? Contra «Ellos». Es curioso, porque en la primera fase del Mundial de Rusia resulta que España ha jugado tres partidos contra el mismo rival, y dos bastante mal: un empate contra «Ellos» en el primer partido del Mundial, una victoria bastante triste contra «Ellos» en el segundo partido, y otro empate (gracias al genio de Iago Aspas y al VAR) en el último partido contra «Ellos». En realidad, el equipo de Hierro quedó primero en un grupo en el que estaban las selecciones de Portugal, Irán y Marruecos, pero para los comentaristas de Telecinco, en especial José Antonio Camacho, todos los rivales de España son «Ellos» y, así, «Ellos» nos presionan, «Ellos» juegan al contraataque, «Ellos» son peligrosos, «Ellos» tienen a Ronaldo, «Ellos» se defienden muy bien o «Ellos» han salido a ganar. Imagino que ya habrán adivinado contra quién jugará España en octavos. Sí, contra «Ellos». Menos mal, porque si Iago Aspas (y el VAR) no marcan el segundo gol, España se habría encontrado contra el rocoso «Ellos», y si sigue viva en el campeonato tendría que vérselas nada más y nada menos que con «Ellos» o, uau, puede que con «Ellos». Pero empatamos con «Ellos», y ahora nos jugaremos los octavos contra «Ellos», y no contra «Ellos». Más allá del empate con «Ellos» en el último partido de la fase de grupos, me sorprende la sorpresa de los comentaristas de Telecinco ante la intensidad de un equipo (era Marruecos) que ya estaba eliminado. Para Camacho y compañía, «Ellos» deberían haberse limitado a ver pasar a Isco y dejar que España ganara sin sudar demasiado, pero en lugar de eso los muy miserables se esforzaron y marcaron dos goles que dejaron más dudas en la defensa de España que Sócrates en una reunión de la comunidad de vecinos del pueblo de Frodo Bolsón. Si «Ellos» (o sea, Marruecos) pueden marcar dos goles a España, entonces «Ellos» pueden enviarnos a casita en octavos sin que De Gea diga ni mu. Santa Teresa de Jesús, la mística y escritora española, decía que no se vendía, y que ese era único lujo de los pobres. El único lujo de las selecciones pobres (en resultados, en prestigio, en títulos, en glamour, en futbolistas famosos) es no venderse al guión que dice que solo son equipos de relleno que sirven para dar color a un Mundial.

Por eso, cuando un jugador de «Ellos» (seguimos hablando de Marruecos) hacía una entrada fuerte, «nuestros» comentaristas mostraban, con poco disimulo, su fastidio ante unos chicos que no aceptaban el papel de felpudo de España antes de los octavos. Vale, España es primera de grupo y se las verá con «Ellos» pero ganar (o empatar) partidos jugando mal puede ser veneno para la taquilla. La escritora estadounidense Maya Angelou suele decir que las personas olvidarán lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca olvidarán cómo las hiciste sentir. Es probable que los aficionados españoles olvidemos las extrañas sentencias de Camacho y la ridícula publicidad de un desodorante con la que sus colegas nos entretienen hasta que empieza el partido, y hasta es posible que olvidemos lo que hace De Gea partido tras partido y los despistes de «los mejores cuatro defensas del mundo» (ay) ante equipos tan poderosos como «Ellos» y «Ellos».

Pero es difícil que olvidemos cómo nos hicieron sentir nuestros futbolistas a lo largo de dos partidos (Irán y Marruecos) en los que lo mejor fue el resultado y lo peor ese fastidio, instigado por Camacho, que nos llevó a culpar a los rivales por esforzarse e incluso querer ganar cuando ya no tenían nada que perder.