Dos son las características que están destacando en este mundial de fútbol, como son, en primer lugar, la extraordinaria igualdad de las selecciones que están compitiendo para pasar de fase, y que lleva a resultados que se consiguen en los últimos minutos, y, por otro, el buen resultado que está dando la implantación del VAR. El elevado número de partidos que se están resolviendo en los últimos minutos eleva el interés por la competición y, también, las taquicardias de todos.

Pero el buen uso del videoarbitraje nos está privando de las injusticias del pasado que eran las que ocupaban al día siguiente los reportajes de cada encuentro, al descubrirse el error cuando se tiraba de la cámara lenta. Y más ahora que se dispone de sistemas sofisticados para detectar si había, o no, fuera de juego, si la mano fue involuntaria, si fue penalti, o si un jugador mereció la roja. Se ha perdido la polémica del «día después» pero hemos ganado en seguridad jurídica deportiva. Resultaba realmente paradójico que si disponíamos de las herramientas tecnológicas las utilizáramos nada más que para examinar al árbitro al día siguiente y, sin embargo, éstos no pudieran disponer de las mismas mientras se desarrollaba el juego, como ya hacían el tenis o el baloncesto. Y a nosotros, hasta la fecha, nos ha beneficiado con varias decisiones que fueron justas, pero que hubieran sido injustas si no hubiera habido VAR. Y no olvidemos que, posiblemente, sin VAR no estaríamos clasificados. Por otro lado, hay que evaluar si el uso del VAR nos da más que nos quita. Y aquí operan dos factores, como son la eficacia y la eficiencia, a los que hay que añadir el de la efectividad.

Eficacia es la capacidad de lograr un efecto deseado, esperado o anhelado, y aquí se ha conseguido, porque hemos quitado el factor de la duda acerca de si una jugada era penalti, si el balón entró, si era tarjeta roja el acto del jugador, o era fuera de juego. Sin VAR el gol de Aspas lo habrían anulado y o estaríamos fuera o jugaríamos el sábado en el «cuadro de la muerte» empezando por Uruguay. En cambio, eficiencia es la capacidad de lograr ese efecto en cuestión con el mínimo de recursos posibles o en el menor tiempo posible. Y aquí es donde surge la cuestión si el coste de unos 4 millones de euros que supondrá para el año próximo en la Liga va a ser rentable, o no, entendiendo que lo es al comparar la inversión con su resultado. Por ello, entendemos que el VAR sí que es eficiente, porque en la valoración coste-resultado debemos decantarnos por la seguridad jurídica y deportiva que nos da la circunstancia de evitar las injusticias en el mundo del deporte, cuando quienes están viendo el partido por televisión se dan cuenta con las repeticiones y las mil cámaras que se cruzan en la jugada y nos dan la respuesta, mientras que el árbitro decide en segundos con la fácil posibilidad del error del ojo humano. Por último, la efectividad es la unión de eficiencia y eficacia, es decir busca lograr un efecto deseado, en el menor tiempo posible y con la menor cantidad de recursos, y aquí es donde podemos concluir que el VAR es, también, efectivo. Otros pensarán que se pierde tiempo, o se le quita esa tensión que antes había. Pero ahora hay más justicia deportiva en las decisiones, y el tiempo invertido juega a favor de esa decisión justa que antes no lo era tanto. Bienvenido, por ello, la seguridad y la justicia al deporte del fútbol.