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Desde mi terraza

El verano y el humo

Se hizo de rogar, pero ya está aquí el verano alicantino, con su calor pegajoso a cuenta de la humedad, con sus siestas en el blanco sofá y bajo el ventilador de techo que suplirá, siquiera un poco, al dañino aire acondicionado; y como fondo sonoro los intempestivos petardos, restos de las fiestas, que algunos mozalbetes soltados por sus padres para poder ellos descansar, se dedican a estrellar contra el suelo para desesperación de mi perra. Y en el horizonte dos meses de calma chicha en los que la actividad artística se verá reducida a un montón de conciertos de música popular, en el ADDA y en la Plaza de Toros, con los nombres de siempre porque la actualidad manda; milagrosamente parece que esta ciudad se libra de la visita de los «triunfitos», a los que deben faltarles días del calendario para cubrir todas las solicitudes.

Y de teatro, nada de nada. Lejanos los tiempos de las variadas programaciones del puerto y del recinto de Lucentum, que una presidenta de la Diputación y un alcalde del PP borraron de un plumazo. Buena parte del estío será el reino del fútbol en el país de los zares, terrazas abarrotadas que quieren atrapar la bandera española y liberarla de los diferentes contrincantes; personalmente intentaré no ver más partidos de nuestra selección porque el sufrimiento, los sustos y los nervios pueden acabar en infarto para mi castigado cuerpo que, miren por dónde, mantiene el corazón como uno de los pocos órganos que sigue en buena forma. ¡Qué manera de sufrir! Y quien escribe, no caracterizado precisamente por haber cultivado ese deporte rey a lo largo de su vida, ha sucumbido al ambiente de exaltación reinante. Aquí no hay disidentes, ni separatistas, ni republicanos, ni monárquicos, los seguidores que se desplazaron hasta la fría Rusia defienden y enarbolan con pasión compartida la misma bandera.

Mientras tanto, España camina hacia un rumbo que los vencidos por una legal moción de censura se resisten a aceptar. El señor Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso, debería controlar sus nervios y no ser «Rafa el enfadado» en lo que queda de legislatura. El nuevo gobierno va lanzando poco a poco sus planes, planes que son bombas para los nostálgicos que no terminan de asimilar que ya cuentan poco en la política nacional; si se analizan con serenidad esos planes se verá que, por ahora, parecen pensados para salir del letargo y de la inacción, y que desaparecida la polvareda que provocan darán pie a una convivencia más tranquila y más justa, la amarga teoría del Príncipe de Lampedusa («Algo tiene que cambiar para que todo siga igual») ni la quiero para mi país ni creo que tome cuerpo en estos tiempos; los millones de votantes del Partido Popular deberán aceptar los hechos sin rasgarse las vestiduras, y entender que el Gobierno intenta avanzar sin provocar heridas. El inmovilismo del señor Rajoy provocó la reacción que ojalá desemboque, sin aspavientos, en una mejoría de la salud social.

Exhumación de Franco, eutanasia, acercamiento de presos, conversaciones con Cataluña, entendimiento entre sindicatos y patronal, actitud humanitaria para los miles de inmigrantes que lograron llegar a nuestras costas después de que otros mil murieran en el Mediterráneo en lo que llevamos de año? todo ello levanta ampollas porque la intolerancia y el sectarismo triunfaban hasta ahora sobre el sentido común, la solidaridad, la igualdad y el entendimiento mediante el diálogo. Y en el fondo, las discrepancias con el Poder Judicial y sus discutibles decisiones. Finalmente, y acercándonos a estas tierras, el ayuntamiento alicantino deberá abordar, una vez se extinga la última pavesa de los fuegos artificiales, el misterio del asesor buscado por el alcalde y puesto al servicio de la tránsfuga Belmonte que le llevó a ocupar el sillón de la alcaldía; un extraño personaje convertido en «Arlequín, servidor de dos amos». No lo tenemos fácil, ciertamente; pero esperemos que cuando el verano agonice haya «fumata bianca» para no abordar otro otoño caliente.

La Perla. «A la sazón, el verano y el humo habían pasado. Los delfines aún jugaban, arqueando el horizonte, pero solo para levantar recuerdos de puertas espirituales». (Hart Crane, poeta estadounidense entre los siglos XIX y XX)

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