Tras once meses de trabajo, 38 jornadas de liga y cinco partidos de play-off, el Elche está a 90 de volver a la mínima categoría que por grandeza e historia siempre debería estar. Desde la primera jornada, todo el mundo del fútbol apostábamos porque el Elche volvería un año después a su lugar natural, pero hoy en día el fútbol está muy igualado. Se lo dice un maño que lleva seis años viendo a su equipo,un grande de España, peleando por salir de la Segunda. Tres entrenadores para una temporada que con seguridad terminará exitosa habla claro de esta dificultad, de las urgencias mal llevadas muchas veces de los dirigentes y de la crueldad de esta profesión. A la gente del fútbol se le llena la boca con la palabra trabajo en equipo, pero ante la mínima adversidad se mira rápidamente hacia un pequeño espacio del estadio y señala con el pulgar hacia abajo al entrenador como único culpable de los resultados.

Afortunadamente para el Elche en este caso salió bien y a la tercera fue la vencida. Pacheta consiguió con trabajo, naturalidad y buen criterio futbolístico lo que también buscaron sus compañeros, un equipo fiable, de rendimiento estable y generar contextos en los que sus jugadores más determinantes pudieran explotar sus virtudes. Ese equilibrio táctico y la seguridad y la confianza que los resultados le han dado a los jugadores son el principal aval con el que afrontar un último partido al que se llega con un resultado extraordinario, pero que si hay algún equipo con capacidad para levantarlo es el Villarreal B, máxima expresión de talento y calidad de la categoría. Controlar el ritmo y los tiempos del partido y la ansiedad por lo que hay en juego será determinante para los franjiverdes.