Sin minimizar las múltiples y dramáticas razones que empujan a diario a cientos de personas a abandonarlo todo y jugarse la vida en busca ya no de un futuro mejor, sino de un futuro a secas, cabe plantearse si la mejor solución a esta sangría son iniciativas como la del Aquarius. Cuando aún no se ha cumplido una semana del desembarco en Valencia de 630 inmigrantes (unos 300 menos de los que ese mismo día llegaron en pateras a las costas andaluzas) y de uno de los mayores despliegues de acogida montados en esta Comunidad, de varios de los adultos no se sabe nada y una treintena de los menores tampoco estarían ya por aquí de no haberse abortado una fuga que, casi con toda seguridad, volverán a intentar. Bravo por la solidaridad, pero tal vez sería más práctico fomentar políticas de inversión allí de donde proceden para evitar los éxodos. Menos mediático, es verdad, pero mucho más operativo.
