Creo que ya he dicho por aquí que si se dieran los premios Nobel con carácter retroactivo y a título póstumo, el primero tendría que ir al creador de los guiones de Astérix y Obélix, Umpah-Pa, Lucky Luke, Iznogud, etcétera.

El genial René Goscinny, de cuya muerte se cumplen 40 años, ponía en manos del malvado Visir Iznogud ( he is not good) un diamante que traía la desdicha en uno de los episodios en que el malvado intenta por todos los medios aquello que todo Bagdad sabía, menos su máximo dirigente: el Visir quería «ser Califa en lugar del Califa». Este diamante lo ofrecía un triste personaje en el atestado mercado de Bagdad y nadie lo quería. El precioso diamante hacía que todos los males le sucedieran a aquel que osaba poseerlo.

La alcaldía de alguna ciudad y algunos cargos políticos parecen estar dotados de esta negativa cualidad.

Por una parte, aquellos que lo poseen entran en una espiral destructiva por ambición o miedo, que les lleva indefectiblemente a no hacer lo que pensaban hacer o a no hacer nada. Siempre para hacer todo lo posible por seguir con el diamante en sus manos, aún a sabiendas de sus nefastas propiedades.

Por otra, cuando se le ofrece a personas inteligentes y capaces lo rechazan a pesar de saber lo que hay que hacer y contar con los apoyos claros de personas y colectivos importantes. Conocen el pernicioso poder del diamante.

Hagan memoria, por no nombrar a nadie, y repasen próceres y cargos de primera línea de nuestra historia desde el advenimiento de la democracia. Rapasen auge, caída y situación actual de aquellos que poseyeron el diamante del poder en sus manos trémulas. Muy pocos se han librado de esta maldición.

Lo malo es que con esta doble perspectiva, la ciudad se queda indefensa, inutilizada y condenada a la mediocridad. ¿Qué sería de ella con el diamante en manos inteligentes, conocedoras de la realidad, emprendedoras y con claras referencias de lo que nos trae el futuro? ¿Qué sería de nosotros con planes abiertos, participativos y brillantes con iniciativas generadoras de progreso para todos?

Tal vez, en positivo, el diamante cambiaría a tener propiedades beneficiosas para todos, al no responder solo al egoísmo y la ambición, al no excluir, al escuchar, al no creer que, por estar en un cargo, ya tienes la posesión de la verdad y a pensar eso tan común y falaz de que si no estás conmigo estás contra mí.

En fin, esperemos que el diamante cambie su brillo y deje de deslumbrar a los bobos y caiga, por fin, en manos de alguien que no lo mire tanto, lo deje algo de lado y se dedique a lo que hay que hacer, que hay faena. Aunque, para ello haya que ser «Califa en lugar del Califa».