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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

El patio roto

E s muy emocionante pasear. Tal es el primer verso de un poema de John Ashbery que me ha venido a la memoria en el parque, a primera hora de la mañana. Pasear es en efecto muy emocionante. Y muy sencillo, como el verso del famoso poeta: cuatro palabras nada más, y de las de todos los días. Camino escuchando la radio, donde acababan de decir que a las ocho de la mañana, Iñaki Urdangarin había ingresado por su propio pie en la prisión de Brieva, Ávila. Mientras él se dirigía hacia su celda, yo avanzaba a paso rápido hacia el horizonte. La citada cárcel, de mujeres, tiene unas pocas celdas para hombres, todas vacías hasta la llegada de Urdangarin, y un patio de 25 metros de largo. El patio. Desconecto de lo que dice la radio y pienso en el patio mientras mis deportivas pisan el césped. En la casa de mi infancia había un patio de cemento roto. Estaba roto el cemento y estaba roto el patio. Cuando yo nací, ya estaba todo roto.

Los patios, aunque no se usen, se rompen porque sus materiales se contraen con el frío y se dilatan con el calor. Careciendo, en fin, de las condiciones de elasticidad precisas para soportar esos cambios, se agrietan como los talones secos. Me he acordado de los talones porque he visto a una chica apoyada en un árbol aplicándose una crema hidratante en el talón del pie derecho. Cuando llego a su altura, digo: ¿Grietas? Sí, dice ella, es una lata. Viene a correr todos los días y nos cruzamos en el mismo sitio y a la misma hora porque los dos somos muy puntuales. Más allá, me detengo unos instantes a contemplar un hormiguero en el que, pese a lo temprano que es, ya se percibe mucha actividad. No sé a qué hora abren y cierran los hormigueros, lo cierto es que no se atienen a los horarios del comercio. Parece una escena de delirium tremens: un agujero practicado en el suelo del que entran y salen decenas de seres vivos minúsculos. Un grupo de esos seres arrastra hacia el agujero una lombriz de tierra cuyo cuerpo todavía palpita. Las hormigas se alimentan de plantas y semillas, pero de vez en cuando, si surge la oportunidad, se dan un chute de proteínas. De súbito, vuelvo a la radio, donde siguen con Urdangarin. Veo el patio roto de su celda sin dejar de observar a las hormigas. Es muy emocionante pasear.

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