La palabra esclerodermia deriva de la griega escleros, que significa duro, fibroso, y dermis que es una capa de la piel. Por tanto, expresa que la piel se hace dura o fibrosa.

Saben que el sistema inmunológico reconoce lo que es nuestro, lo que somos nosotros, y si algo externo nos invade, por ejemplo, una bacteria o virus, trata de destruirlo; la esclerodermia pertenece a un grupo de enfermedades que llamamos auto inmunes, en las que el sistema inmunológico del sujeto se vuelve como loco y agrede al propio individuo.

En esta enfermedad la agresión se hace fundamentalmente en la piel, pero también en otros muchos órganos, la grasa, los vasos sanguíneos, los riñones, músculos, huesos y la estructura que envuelve los órganos profundos del cuerpo que llamamos fascias.

Específicamente cursa con la producción y deposición de tejido conjuntivo, colágeno, que es semejante al que forman las cicatrices cuando nos golpeamos la piel y la dañamos. Entonces los órganos se dañan y dejan de funcionar adecuadamente.

La causa de la misma es desconocida. Y los síntomas de presentación más comunes son el llamado fenómeno de Raynaud, que consiste en que el enfermo tiene mucho frío en los dedos de manos o pies, que aparecen muy pálidos, todo ello porque se constriñen los vasos, se cierran, y también hay fragilidad de las uñas, que se rompen fácilmente. Esas manifestaciones pueden preceder en años a otros síntomas como el endurecimiento de piel de los dedos de las manos o la cara y molestias en el esófago. También pueden aparecer pequeños vasitos visibles en la piel, que se llaman telangiectasias.

Los primeros síntomas de la enfermedad pueden ser inespecíficos (por ejemplo, fatiga, dolores osteomusculares e hinchazón de las manos).

En algunos casos la esclerodermia está localizada, le llamamos Morfea, cursa con afectación cutánea limitada, en gotas o placas; otras veces es difusa y puede afectar a los órganos internos, pero la gravedad de los cambios de la piel no necesariamente refleja la importancia de la afectación de órganos internos.

Es más frecuente en el tronco y las extremidades, a veces la piel se hiper pigmenta, y la zona afectada tiene disminuida la sensibilidad.

No tenemos un tratamiento causal, y por lo tanto no la podemos curar. En ocasiones de forma evolutiva remite espontáneamente, dejando algunas lesiones pigmentadas. El tratamiento a ofrecer suele ser sintomático, lavando con frecuencia las lesiones, aplicándoles cremas hidratantes, e incluso medicación del tipo de esteroides que bajan la inflamación. Otras veces se usan anti reumáticos y análogos de la vitamina D, que limitan la proliferación de los fibroblastos, células que producen los tejidos fibrosos. Otras veces se ha utilizado la fototerapia. Algunos han acudido a remedios de la medicina natural, y de forma muy excepcional a la cirugía. Fototerapia con rayos ultravioleta (UVB) para la afectación de la piel superficial. La fisioterapia puede ser útil para prevenir contracturas articulares en las formas severas de la enfermedad. Las cremas de protección solar deben usarse para evitar la hiperpigmentación (color oscuro de la piel) de las zonas afectadas.

Se estima que la enfermedad no es hereditaria y que el contacto con ella no la trasmite. En caso de sospechar que se padece el proceso puede ser útil acudir a un dermatólogo, a un reumatólogo, o a un internista.

Tampoco disponemos de datos fiables respecto a cuantos afectados hay en la población.