ano de los empeños por excelencia de la humanidad desde la noche de los tiempos ha sido, y sigue siendo, medirlo todo. Ese afán obsesivo por conocer las cantidades ha hecho que la evolución de nuestra especie haya seguido un camino que ahora lo evaluamos como positivo. Somos capaces de levantar grandes edificios, diseñar ropa o preparar alimentos, y contamos con un sistema de intercambio mediante el dinero, que aun careciendo de valor intrínseco, posibilita las transacciones de una forma pragmática y operativa.

Estaba yo sumido en esos pensamientos cuando aparece mi amigo Gorgias de la nada, como siempre sonriente y afable. Se acomoda junto a mí y le traslado la conclusión a la que estaba llegando, la mensurabilidad ha hecho que los pueblos prosperen. Gorgias, con un gesto algo escéptico, me intenta explicar que no todo es medible y, quizás, no todo lo medible es lo sustancialmente importante para una vida de calidad. Con su característica humildad, amplía sus argumentos.

Como sabes, las medidas han conseguido acabar con un gran número de problemas logísticos de toda índole y condición, pero siempre en un plano físico o tendente al mismo. Saber las dimensiones de un espacio, el peso, la longitud, las distancias o las cantidades de las cosas han ayudado a traducir objetivamente la vida y el entendimiento entre los pueblos para manejar positivamente todo lo cotidiano, incluso cuestiones complejas como poder construir un acueducto y que se mantenga en pie durante siglos.

Hay un intervalo de incertidumbre en muchas medidas que se quedan en el limbo y que tratamos de solventar como podemos, por ejemplo todo el entramado de las tendencias estadísticas, que sin tener certeza se venden como tales para convencer a los demás de su importancia y doblegar voluntades si es necesario. Las usamos en la política para promover los votos, en economía para retorcer los mercados o en religión para convencer de una fe concreta, a sabiendas de que son postulados fácilmente falsables o maleables.

Pero el grupo de medibles que considero primordial para alcanzar las metas personales navega en tierra de nadie, porque no se puede alcanzar un consenso en cuanto a sus dimensiones por ser inconmensurables en sí mismos. Están en un plano metafísico que impide sustancialmente que se puedan acotar mediante medidas. Son conceptos de primera magnitud imposibles de cuantificar de una forma racional. El amor, la amistad, el respeto, la comprensión, son ejemplos de este gran grupo de inconmensurables que únicamente se dejan comprender pero nunca medir. Lo que está claro es que sin ellos la naturaleza humana desaparece y te explica que medir es fundamental para cuestiones físicas, pero impensable para las de verdadero valor humano.