Hay inventos que cuando surgieron, probablemente, no se esperaba que se integraran como un componente más de la vida cotidiana. Incluso, algunos de ellos han pasado a formar parte de exposiciones y museos. Un ejemplo de esto, lo tenemos con aquel artilugio que ha favorecido la comunicación a distancia. Podríamos pensar que, tal vez, estuviéramos hablando de las señales de humos de los indios del lejano Oeste. Sin embargo, ponemos nuestros ojos en esos aparatos que recibieron el nombre de teléfono, de los hay piezas que podemos apreciarlas por su diseño y por el momento de su utilización. Concretamente, merecería hablar de aquel teléfono automático de 1925 que fue utilizado por Alfonso XIII para inaugurar tres años después la comunicación trasatlántica.

Pero, cuando los aficionados al séptimo arte ponen sus ojos en el teléfono, encuentran títulos como la película muda estadounidense de 1909 protagonizada por Mary Pickford, o aquella otra comedia satírica interpretada por Peter Sellers, en 1964, titulada «¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú?», e incluso otra más reciente de 1977, en la que aparece Charles Bronson, y en la que con el auxilio de un agente de la CIA, otro ex agente de la KGB, se afana en desprogramar a todos aquellos americanos que han sufrido un lavado de cerebro.

Mas, en nuestro caso, el nombre teléfono nos acerca a Orihuela, en el momento en que se llevó a cabo por primera vez la instalación de la red telefónica. Corría el último trimestre de 1914, cuando en Europa se estaba viviendo desde el 28 de julio los inicios del enfrentamiento entre naciones que después fue denominado como la Gran Guerra o Guerra Mundial.

En ese año, nuestra ciudad se alzaba con un triunfo inesperado con la instalación de dicha red, gracias al tesón de la Cámara de Comercio e Industria, que presidía Manuel Penalva Donate. Los trabajos estuvieron a cargo de la Compañía Peninsular de Teléfonos de Barcelona, estando dirigidos por Antonio Reverte, director de la Central Telefónica de Murcia. Para su implantación numerosas entidades y particulares contribuyeron con donativos. Así, el Ayuntamiento oriolano y la Caja de Ahorros y Socorros, entregaron cada uno 1.000 pesetas; el Banco de Cartagena, 500 pesetas; la Cámara de Comercio e Industria y el Sindicato Agrícola de Orihuela, 250 pesetas, respectivamente. Y, entre los particulares, Marcelino Galiano Alfaro, Manuel Clemares y Emilio Salar, 25 pesetas cada uno. En total la recaudación ascendió a 7.880 pesetas. El citado señor Reverte cursó, para las cinco de la tarde del sábado 28 de noviembre, la correspondiente invitación de la apertura al servicio público de la Estación Interurbana de Orihuela. Allí, se dieron cita las fuerzas vivas de la ciudad, entre las que no faltó el alcalde accidental Manuel Ferrís Ibáñez; el provisor del Obispado Agustín Cavero Casañes, en representación del Cabildo Catedral; el diputado provincial Francisco Ballesteros Meseguer; los jueces municipal y de instrucción. Así como, representantes del Banco de Cartagena, Caja de Nuestra Señora de Monserrate, Sindicato Católico, Círculo Industrial y Mercantil, Colegio de Abogados, Centro Obrero y Círculo Republicano Federal. También estuvieron presentes los chicos de la prensa local del «El Diario de Orihuela», «El Obrero» y «El Conquistador».

Después de ser bendecido el locutorio por el obispo Ramón Plaza y Blanco, éste celebró la «primera conferencia oficial» con el subinspector de la red de teléfonos interurbanas de España, y tras ello, hizo lo propio el alcalde Ferrís. Por último, la Cámara de Comercio e Industria transmitió varios telefonemas, entre ellos a Trinitario Ruiz Valarino, diputado a Cortes por el Distrito de Orihuela y al director de la Compañía de Teléfonos de Barcelona.

Con este sistema, a través de telefonemas se conseguía que una comunicación entregada en un locutorio telefónico, por medio de una llamada a otra oficina dicha comunicación llegaba por escrito al destinatario.

La Sección Telefónica de Orihuela quedó a cargo de Eduardo Rodríguez comenzando a dar servicio a la ciudad, aunque suponemos que el número de abonados no sería muy numeroso. Como curiosidad, en 1918, el Café de Levante regentado por Manuel Esquiva en la calle Arzobispo Loazes, tenía asignado el número 80, y la Gran Cervecería Maisón Doreé, en Alfonso XIII, tenía el 96. Así, en plena Gran Guerra, la ciudad de Orihuela lograba uno de sus anhelos y dejaba de suspirar por conseguirlo y se podía ya decir, como en la canción de Domenico Modugno: «No cuelgues por favor/ que cerca estoy de ti con nuestra voz».