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José María de Loma

En ocasiones veo tiesos

La mitad de las viviendas que se compran en algunas provincias españolas se adquieren en efectivo, sin hipoteca. Cash. Son datos del Instituto Nacional de Estadística. Joder, y uno pensando que está todo el mundo tieso. Yo nada más que veo a tiesos, me junto con tiesos, mis amigos están tiesos (menos los que venden casas), los vecinos tiesos.

Una tiesura espesa y extendida, carteras vacías, temor al fin de mes, poca nómina, escaso patrimonio. A partir de ahora, ya lo sé, entre mis conciudadanos y paisanos hay mucho milloneti, forraillo, ricachón, billetari. Gente con posibles. Gente en el taco. Miraré con desconfianza a ese vecino que siempre va con las bolsas de un barato supermercado, a ver si es para disimular. O a ese pariente que se queja de lo mal que va todo. Seguro que se ha comprado un casoplón. Voy a inventar algún método, no vaya a ser que, por ejemplo, esté yo convidando casi todos los días al aperitivo a un compañerete majete pero tieso y resulta que se ha comprado un adosado en Ibiza o Marbella o un pisazo en Madrid, así, soltando el fajo. Me explica alguien que parte de esas compras sin hipoteca las hacen fondos de inversión. Da igual. Aunque fuera no la mitad y sí el 25% el número de transacciones sin hipoteca me parecería demasiado, exagerado.

La peña tiene billetes en los calcetines o una fábrica de papel moneda. En su casa. Que ha comprado en efectivo. O miente en las encuestas. Tal vez la Lotería toca más de lo que parece. El más tonto no hace relojes de madera y andan, se compra una casa.

Pero yo alrededor sólo veo gente que no puede acceder a una vivienda. Claro que algunos eso lo dicen cuando salen de sus casas. Hay millonarios discretos. No dicen que lo son. Yo si tuviera dinero me sería muy difícil disimularlo. De hecho, por mis refinados gustos no falta quien cree que lo soy. Me gustaría vivir como vivo pero pudiendo. O dedicarme a hacer estadísticas y encuestas para conocer mejor a mis congéneres, que a lo que se ve son como esos hidalgos de toda la vida, tan españoles, o sea, renuentes, reacios y refractarios a reconocer no tener un chavo. La versión moderna de esa hidalguía es no tener donde caerte vivo pero invitar a gambas a todos en las fiestas patronales. Que no falte de ná. Las apariencias engañan. Ojalá fuera que sí, que a todo el mundo le va bien la cosa. La casa, quiero decir.

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