Un viejo amigo que falleció hace unos años y que decidió terminar su vida en Torrevieja, después de haber sido un viajero incansable, conocedor de muchos otros países y culturas, sabiendo que su ubicación en la vecina Ciudad de la Sal sería el final de sus días, me contó varias de sus experiencias. Una de ellas fue cómo, después de haber llevado al pentagrama el Himno de la India, mano a mano con el autor de la letra del himno de aquel país, que era nada mas y nada menos que Rabindranath Tagore, hubo de salir por piernas de allí. Este personaje fue el maestro Casanovas Tallardá, eminente músico, compositor y uno de los mejores instrumentista de flauta de la historia musical española y que fue el fundador del Conservatorio de Música de Bombay.

Esta historia amables lectores, ya se la contaré otro día, ahora me referiré a lo que les indico en el enunciado de mi tribuna. Me contaba el maestro cómo los elefantes, cuando presentían que estaban acabando sus días, iban a unos espacios llamados ¡cómo no! «cementerio de elefantes» y allí, posados con sus cuatro patas, se balanceaban sobre ellas, una después de otra, seguramente para descansar y no tumbarse. La naturaleza, que es muy sabia, avisaba a los depredadores con sus mensajes invisibles: a una especie de hormigas laboriosas que se alimentaban de ellos cuando morían pero, ¿Cómo hacer esto posible, dada lo fuerte de la piel del animal y lo duro de sus coletazos y trompazos?. Las hormigas hacían lo siguiente: En uno de los puntos de apoyo de las patas delanteras, en donde el elefante se apoyaba rotando su enorme humanidad, iban minando y escarbando por debajo de la tierra, hasta que producían un hueco en el que, ante su enorme peso y la falta de fuerza del animal, la tierra cedía y el elefante caía irremisiblemente ya rendido y sin fuerzas, entonces las hormigas, una vez había caído, se le introducían por sus partes blandas traseras en su interior y lo devoraban, pues por fuera hubiese sido imposible.

Algo parecido le están haciendo al «elefante político» que gobierna Orihuela y cuentan que han podido ser los otros «fabulistas» aspirantes a «elefantes», jefes cercanos, quienes le están fabricando varias trampas, con elementos muy clarificados y muy difíciles de silenciar ahora en última instancia, para que no se levante.

Por eso le han fabricado varios hoyos llamados «espionajes», «trabajos irregulares», «falta de entendimiento con los suyos», etc.etc.etc. en los que ya no podrá apoyarse, para sobrevivir. Es por lo que la providencia ha jugado su avatar en la política, con la ayuda de otros «elefantes» políticos. Los responsable han sabido poner los tiempos en su sitio adecuado; ahora bien, cuidado con el elefante jefe, pues aún gravemente herido sus coletazos pueden eliminar a muchas «hormigas» laboriosas antes de consumar el affaire y acabar con el gran «elefante».

Cualquier parecido con la realidad, no es más que pura coincidencia, es como la vida misma.