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José María de Loma

Rivera y sus apóstoles

Leo que el lunes de la semana pasada las trece personas que forman el Comité Permanente de la Ejecutiva Nacional de Ciudadanos pasaron una jornada de convivencia en las afueras de Madrid, dedicados a perfilar la futura estrategia del partido. Entonces aún no se conocían los nombres del nuevo Gobierno.

Lo de que sean trece, obviamente, es para facilitar el trabajo a los columnistas, claro, para que podamos jugar con ideas como quién es Dios ahí, quién san Pedro, si hay un Judas, cómo fue la la última cena, etc. El calvario de Rivera. No sé si irían a funcional hotel, a frugal convento o a alojamiento tipo Parador, con sus muros de piedra cargados de historia, su cautivante paisaje y su refinada gastronomía. El riesgo de esta opción es que estuvieran más pendiente de las sales de baño y el menú, el martini y el punto justo de las salsas, sin descuidar la correcta cocción del marisco, que de cómo frenar a Pedro Sánchez y a la vez adelantar definitivamente en intención de voto al Partido Popular. Se desconoce si cocinaron encuestas. Creemos que no, las encuestas son como las sardinas, echan un olor que te ponen la cocina intransitable todo el día. La única divergencia acerca de que Ciudadanos tiene un problema es dirimir si está en una encrucijada, en un precipicio o en el comienzo de un ascenso. Rivera ha pasado de ser el Felipe González del 81 a ser un poco, tal vez, el Suárez del CDS. Y si usted es muy joven, sepa que González barrió en el 82 y que Suárez caía muy simpático con su partidito y llegó a tener un ramillete de diputados (19 en las elecciones del 86) y hasta la alcaldía de Madrid, pero no el Gobierno central ni siquiera en coalición.

Pero a nosotros, que de afiliarnos a algún partido nos afiliaríamos a la Unión Friki de España, lo que nos interesa no es la estrategia política y sí el retiro. La convivencia. Esos días de ocio y trabajo alejados del ruido mundanal para hablar, se supone, sólo de política. Los del Opus organizan retiros espirituales, en los que no se habla. Se medita, se come, se reza, se dan paseos y se vuelve a la ciudad por donde se ha venido. Generalmente con muchas ganas de hablar. Las grandes empresas también organizan jornadas de convivencia («Ay, mira, no vuelvo a compartir habitación con Aguirre»). Sobre todo para tratar de aumentar ventas.

Generalmente impera un código de silencio respecto a lo tratado y ocurrido en esos retiros, del tipo lo que pasa en Villafresco de Arriba se queda en Villafresco de Arriba. Y en ese plan. Con el retiro de Ciudadanos pasa igual. Nadie pía mucho que vio, oyó o dijo. Se les ha comido la lengua el gato Sánchez.

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