El pasado día 18 de mayo, «magnético cincuentenario», Raimon ofrecía en La Complutense de Madrid, en su Facultad de Políticas y Económicas, el más emblemático recital del antifranquismo, organizado por el sindicato ilegal SDEUM, y al que asistimos alrededor de 6.000 estudiantes y no pocos obreros de empresas del cinturón sur de Madrid, representando sin duda el cenit del movimiento estudiantil de aquella convulsa década.

Mayo de 1968 no fue exclusivamente un movimiento francés, sino que constituyó una reacción de dimensión casi planetaria, desde Berkeley hasta Praga, protagonizada mayoritariamente por jóvenes, de ambos bloques, que no habían vivido la guerra y que se revelaban contra el «statu quo» del momento. Daniel Cohn Bendit, afirmaba recientemente que la palabra rebelión en aquel caso era más adecuada. Si constituyó una auténtica revolución cultural.

En España, la contestación social y cultural tuvo pautas y cronología diferente. Sometidos a una dictadura férrea, todo movimiento de oposición y contestación al régimen franquista, estaba dirigido a terminar con el mismo y establecer una democracia representativa. «Irrumpió una generación que no vivió la guerra y tenía menos miedo. La represión era fuerte, pero pesaba más el ansia de libertad», afirmaba Raimon.

El Plan de Estabilización de 1959, significó el final de la autarquía económica y una cierta apertura al exterior, pero, en absoluto, política. En este contexto, desde 1962, coincidiendo con el desarrollismo, transcurre una década que tuvo su epicentro en el 68, tremendamente explosiva, llena de acontecimientos, que no fueron, sino, la antesala de una transición política, que acabaría diez años después de «esa larga noche de cuarenta años», como diría mi maestro Tierno, en unas modélicas y heterogéneas cortes constituyentes, culminando, en la Constitución de 1978,

Tuvieron lugar: un destacado «movimiento intelectual», representado, entre otros, por López Aranguren, Tierno Galván y García Calvo; lo que les costó el destierro y la perdida de la cátedra. El «Contubernio de Múnich». El papel de los «medios de comunicación», como Cuadernos Para el Dialogo, la revista Triunfo y, el dinamitado diario Madrid. El «movimiento sindical» con la aparición de CC OO. En Ibi, en el mayor accidente laboral de España, fallecían, trágicamente, 38 trabajadores. Innumerables líderes, víctimas de la Brigada Político Social, como Enrique Ruano, muerto en circunstancias execrables.

Las referencias bibliográficas mas ilustrativas del momento que pasaron por nuestras manos, marcándonos sobre manera, obras magistrales de Marcuse, Freud, Fromm, Aron? y, como no, Bertrand Russell, gran maestro de la ética, que luchó hasta la extenuación por el progreso de la libertad y la defensa de los valores morales. Sin duda fue la impronta cultural del 68 lo que más brilló. También en la canción, Dylan, Joan Báez? Y aquí Raimon, Paco Ibáñez, Serrat?

Pero al histórico movimiento no le han faltado enemigos. En el 71, Nixon, asesorado por Milton Friedman entierra el Patrón Oro, y cambia el orden mundial de los acontecimientos. En los 80 la contrarrevolución conservadora protagonizada por Reagan y Thatcher, acaba con Keynes. Es el momento de la Escuela de Chicago, del más puro capitalismo, y de la desregulación del mismo. Pretenden acabar con el 68, pero no lo consiguen.

Cuando estalla la crisis del 2008, Sarkozy, manifiesta en la cumbre del G20, «hay que acabar con el 68». Quieren refundar el capitalismo, y acaban apuntalándolo. Se olvidan de los paraísos fiscales, desaparecen los estímulos keynesianos para salir de la crisis. Llegamos a la actual década con la segunda revolución conservadora, con la imposición del «fundamentalismo económico neoconservador», donde, las vigentes instituciones económicas supranacionales, FMI, Banco Mundial y BCE, entre otros, con sus políticas restrictivas y de ajuste, provocan un galopante rebrote de la desigualdad económica de los ciudadanos de no pocos países, y muy considerablemente en España.

¿Qué queda del 68 en España? Quedan todas aquellas conquistas incorporadas a nuestro quehacer cotidiano. No ha demasiado tiempo, se ha dado cuerpo jurídico a derechos y libertades que tienen su origen en aquel impulso. Y quedan también aquellos desafíos y exigencias del presente. A la vista de los últimos acontecimientos, el fuerte movimiento feminista, la palpable contestación, tanto de los usuarios y profesionales de servicios públicos y, más recientemente, la multitudinaria y contundente presencia de millones de pensionistas, continuamente en las calles de la mayoría de ciudades de nuestro país, nos lo confirma.

De lo que se trata, en definitiva, es de que la soberanía oligárquica de los mercados no sustituya, subordine o anule a la soberanía democrática del Estado. Que no prevalezca, como pretenden, sobre el legítimo e inviolable Estado social y democrático de Derecho. Anteponer el legítimo poder político, frente a los poderes factitos supranacionales. Y aplicar políticas de estímulo y marcadamente redistributivas, que garanticen la más adecuada y justa distribución de la riqueza y el irrenunciable Estado de Bienestar, enfrentándonos, sin duda, a la corrupción y a los injustos excesos de la globalización. Necesariamente lo indisociable de la «ética y la política», como sentenciara Bertrand Russell.