Jueves por la tarde en Vigo. Me suena el móvil. Un amigo de Alicante me escribe para contarme que el Novelda CF desaparece... Que lo venden y se traslada a Alicante... ¿Cómo? ¿Es broma?

A lo largo de la tarde y durante todo el día siguiente, las distintas redes sociales confirman la noticia y se inundan de mensajes de sorpresa, de rabia, de frustración y de ánimo ante el trágico final de un club casi centenario, que en los últimos 25 años ha vivido sus mejores momentos deportivos.

Llamo a excompañeros y amigos de la zona de Alicante y coincidimos en lo innecesario y absurdo de la situación. ¡¡¡Qué tristeza!!! ¡¡¡Y qué impotencia!!!

Pasan las horas, y mi mente empieza a recordar... Mi llegada al club del Vinalopó en la pretemporada de 2001 procedente del Terrassa CF en Segunda División B. Las eliminatorias de la Copa del Rey en las que el Novelda hizo historia eliminando a todo un FC Barcelona, Valencia CF o Las Palmas. Las grandes temporadas en Segunda B rozando el «play off» de ascenso al fútbol profesional. Tantas celebraciones en La Magdalena, con nuestra afición, los de siempre, los que cada domingo acudían a animarnos, todos conocidos y todos al final amigos...

Yo soy uno de tantos jugadores que defendió con orgullo los colores del Novelda durante seis temporadas. Y me siento muy identificado con el club y con la ciudad de Novelda por todo lo que viví allí.

Por eso me entristece y me indigna su desaparición, o su «fusión» al mejor postor. Como el que vende una bicicleta por Wallapop, así han terminado 93 años de historia.

Me indigna porque creo que nadie tiene derecho a vender algo que no es suyo, ya que el Novelda es de su afición, de su historia y de su pueblo. Nadie duda de lo lícito de la transacción, pero que sea legal no significa que no sea reprobable a nivel moral. El valor del dinero por encima de los sentimientos o de la ética personal es algo ya característico de la sociedad en la que vivimos, y este es un claro ejemplo.

Pero me entristece porque en el fondo pienso que todos hemos sido cómplices de esta situación. Los ejecutores de la venta por la ausencia de ética y escrúpulos mostrados. Los políticos de la ciudad por no proteger y cuidar algo que por su historia se ha convertido en patrimonio de Novelda. Y los aficionados, los que sentimos el club, por permitir algo que durante los últimos años se iba viendo venir.

El daño es irreparable. Sólo espero que esto sirva para abrirnos los ojos y reflexionar acerca del valor del fútbol humilde, de nuestro pueblo, donde juegan y se educan nuestros hijos, donde cualquier éxito deportivo es compartido por todos... Eso es el verdadero fútbol que debemos cuidar.