El mundo parecía que se caía encima cuando marcó el Sporting B en el minuto 76. Nadie se lo podía creer. El Elche, que hasta ese momento había sido infinitamente mejor que el filial gijonés, estaba eliminado y el sueño del ascenso se desvanecía. Fue una dura pesadilla que duró diez minutos, porque todavía quedaba la aparición del héroe con capa franjiverde. Con Nino en el campo todo es posible, incluso cuando uno está moribundo. Parecía que tras su sobresaliente actuación en el partido de ida se habían agotado los calificativos para el almeriense. Pero el destino todavía le tenía guardado una más a un gran futbolista y mejor persona. Hubiera sido muy cruel que el Elche quedase sentenciado a otro año más en el pozo de la Segunda División B, justo el día que cumplía 38 años. No hubiese para nada justo. Por ello, el héroe se enfundó su capa, salió al campo, alentó a sus compañeros en el peor momento del encuentro y, en el minuto 86, empujó al fondo de la red un balón que provocó el éxtasis de todo el blanquiverdismo. Los cerca de cien aficionados que estaban en Mareo, los más de mil que siguieron el partido desde la pantalla gigante, situada en el Martínez Valero, y otro miles y miles más desde sus domicilios, saltaron de sus asientos y alcanzaron el éxtasis de amor a unos colores y a un futbolista que ya está en el olimpo de los dioses del Elche Club de Fútbol. Nada marcar Nino recibí un whatssap de mi hermano: «una calle, la avenida, la plaza mayor, el aeropuerto...merece cualquiera que lleve su nombre». Mis sobrinas saltaban de alegría, entre los aficionados congregados ante la pantalla gigante con lágrimas, un empleado del club, como es José Antonio Carmona, que ha superado con toda la valentía del mundo un cáncer, lloraba y estaba a punto de que le diera un infarto. El héroe de capa franjiverde hizo felices a mucha gente. Pero no se vayan que todavía puede quedar más... Ahora llega la final y a Nino no le vale otra cosa que el ascenso.
