Me puedo conformar con un presidente del Gobierno que en el año 18 del siglo 21 y en un estado aconfesional prometa su cargo sobre la Constitución, prescindiendo de biblias y crucifijos. Me puedo conformar con un presidente que haya sabido leer que los nuevos tiempos son feministas y le haya otorgado las principales carteras económicas y una vicepresidencia de Igualdad a mujeres muy preparadas, apostando nítidamente por la meritocracia. Me enorgullece que España sea a día de hoy la democracia del mundo con más ministras en el Gobierno. Me puedo conformar con un presidente que vira con fuerza hacia una Europa a la que también hay que hacer virar en las elecciones del próximo año. Me puedo conformar con el gesto de reforzar las políticas medioambientales a través de un ministerio de Transición Ecológica. Me puedo conformar con humanizar el ministerio de Trabajo y darle ya de una vez la categoría que merece al fenómeno migratorio. Me puedo conformar con el guiño sin precedentes que supone el nombramiento de Pedro Duque como ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, en un claro gesto de revitalizar y dignificar la Universidad española. Nunca pensé que algún día iba a tener un «jefe» astronauta. Me puedo conformar por la decidida apuesta en pos de desarrollar una Formación Profesional competitiva y moderna (algo que, por cierto, ya intentó Gabilondo, pero que fracasó porque en España todavía seguimos sin entender que la Educación es una cuestión de Estado). Me puedo conformar con que se valore la «desprivatización» de la sanidad pública valenciana. Me puedo conformar, en suma, con la intención de reforzar la educación y la salud pública, muy tocadas tras los recortes neoliberales. Me puedo conformar y quedar expectante ante la posibilidad de que un ministro valenciano de Fomento tome por fin las riendas para impulsar el Corredor Mediterráneo y dentro de ese corredor se acuerde de las paupérrimas infraestructuras que soportan ciudades como Elche y Alicante.

Yendo a mi negociado, me conformo con que un periodista solvente y con el talante de Miguel Ángel Oliver sea el nuevo secretario de Estado de Comunicación, y muy pronto nos olvidemos del triste episodio de insulto y mofa a los pensionistas de Alicante que protagonizó su antecesora. Oliver tiene por delante mucho trabajo de asesoramiento para que el Gobierno se tome en serio una cuestión prioritaria como es devolver la dignidad y el prestigio a RTVE. Y hablando de dignidad-indignidad y prestigio-desprestigio, coincide todo ello en el tiempo con el arranque de la nueva televisión pública valenciana, con una mujer al frente, y la llegada a la dirección del diario El País de la primera mujer en los más de cuarenta años de existencia de este periódico. Soledad Gallego, una periodista que tiene el reconocimiento de toda la profesión.

Pero, sobre todo, me puedo conformar con aparcar el olor a naftalina, airear las ventanas y que el nuevo Gobierno priorice en la tolerancia cero ante la corrupción en el nuevo tiempo político. Llegados a este punto, me conformo con poco, me conformo con que no nos roben, me conformo con que sean capaces de dialogar con el distinto, abandonar la prepotencia y la arrogancia, y ser honrados y respetuosos en la gestión de lo público.

Dicho lo dicho, y partiendo de la base de que la jugada política de Pedro Sánchez ha sido para enmarcar, descolocando a propios y extraños, y dejando muy tocado a un Rivera que se queda al desnudo cuando le desinflas la cuestión de la identidad nacional, ahora tocan otros guiños, gestionar otras sensibilidades para que los sueños presidenciables de Sánchez no se conviertan en una pesadilla.

Sánchez fue el primero en mirar a Portugal tras los enrevesados resultados del 20 de diciembre de 2015 en España. Entendió que la fórmula portuguesa podía ser válida para España: un Gobierno socialista, salido de las urnas el 4 de octubre de 2015, formado por socialistas con el apoyo parlamentario del Bloco de Esquerda y del Partido Comunista. Sánchez no pudo trasladar el modelo a España por la falta de apoyos (Podemos) y el resto de la historia ya la saben. Hoy Portugal exhibe con orgullo estabilidad, pujanza económica y libertades, y nosotros hemos estado esos tres años exhibiendo banderitas (de allí y de acá), himnos (de allí y de acá), corrupción (de allí y de acá) y recortando libertades a través de una Ley Mordaza que urge derogar.

No deje de mirar a Portugal, señor Sánchez. No se olvide de la izquierda, no caiga en los mismos errores de siempre. Sea generoso y recuerde que en este escenario polarizado seguramente vuelva a necesitar a la izquierda para aprobar los próximos presupuestos y para refrendar, tras una hipotética victoria en las próximas elecciones, lo que ahora está sembrando. No basta con rebajar las expectativas de Ciudadanos en Cataluña, hace falta reconstruir los puentes que unos y otros han ido dinamitando desde el Estatut. Meritxell Batet tiene el enorme reto de construir esos puentes entre Madrid y Barcelona, a imagen y semejanza de lo que han venido haciendo sus respectivas alcaldesas. Este país necesita distensión y diálogo para recuperar la convivencia y la autoestima? Y también un ministro de Deportes que sepa quiénes son esos «colgaos» de la «Demencia» que representan con ingenio al club del que usted es patrono y del que fue jugador (por el bien del Deporte, póngale con urgencia al ministro Huerta un secretario de Estado de primer nivel).