Cuando Pedro Sánchez renunció a su escaño en el Congreso de los Diputados para no tener que abstenerse en la votación de investidura de Mariano Rajoy y tras dimitir como secretario general del PSOE tras una tumultuosa reunión del Comité Federal, el único sitio que tuvo para dejar sus papeles y carpetas fue la mesa del comedor del salón de su casa. Traicionado por la mayor parte de los que se consideraban amigos suyos de toda la vida, Sánchez fue empujado a dimitir por el aparato del partido que había pretendido tener reservado para él un papel meramente decorativo ya que, al parecer, la persona que debía dirigir el partido por aclamación popular debía ser Susana Díaz.

Fue dado por muerto políticamente por la mayor parte de los barones del PSOE y por un Partido Popular cómodamente instalado en el Gobierno que jamás imaginó que los diversos partidos de izquierda que componen el Congreso se unirían para hacer presidente a un diputado de centro izquierda. Pero la realidad ha terminado por imponerse y la tradicional desunión de la izquierda española ha tenido un paréntesis de concordia y de eclecticismo dando fin al gobierno del Partido Popular.

Aunque el Partido Popular y los medios de comunicación afines pasaran por alto la importancia de la renuncia de Sánchez a su escaño en el Congreso, lo cierto es que con esa decisión el nuevo presidente se blindó con un aura de honestidad de cara a los militantes de su partido que le hizo ganar las primarias socialistas. Su viaje desde la defenestración a la Presidencia de España en un tiempo récord debe ser entendida como parte del nuevo sistema político y de la nueva sociedad que comenzó a formarse alrededor del movimiento 15M y sus circunstancias (a la manera orteguiana) que por edad y por haber sabido escuchar y comprenderlas ha convertido a Sánchez en un presidente que vive el presente y mira al futuro. Frente a un Mariano Rajoy con ideas viejunas y aspecto de personaje de novela de Galdós, Sánchez representa, a priori, una España moderna y avanzada en una Europa que debe y quiere huir de localismos egoístas.

Pocos políticos en la España contemporánea han sido tan traicionados dentro de sus propias filas como lo fue Pedro Sánchez. Y, sin embargo, supo reponerse y conseguir recuperar la Secretaría General a base de determinación y de fe en la libertad personal. Libertad de pensamiento y de actuación. Libertad para creer en uno mismo sin importar lo que digan los demás. Su elección como presidente va a cambiar muchas cosas en el PSOE. En primer lugar, porque queda demostrado que la militancia acierta más de lo que algunos creían y, en segundo lugar, porque echa por tierra el tradicional equilibrio de familias dentro de las agrupaciones a la hora de elegir a sus representantes.

Ha sorprendido la salida de Mariano Rajoy. Su ausencia del Congreso de los Diputados -la tarde en que se estaba discutiendo la moción de censura presentada por el PSOE- marchándose a un restaurante cercano en el que estuvo más de seis horas sin que se sepa para qué, podría calificarse como mínimo de estrambótica. También como grosera y maleducada. Su discurso de despedida ante el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular sentó las bases de la oposición que los populares harán en lo que queda de legislatura. Cree el PP que ha sido víctima de una conspiración y que han sido apartados del Gobierno utilizando subterfugios cercanos a un golpe de Estado. Siempre que el PP ha sido apartado del poder se ha marchado entre grandes aspavientos y con acusaciones de ilegitimidad. Cuando lo recupera es debido al ejercicio de la democracia.

La presidencia de Pedro Sánchez debe sentar las bases para que España deje atrás de manera definitiva la corrupción como mal endémico de la democracia española. Pese a los intentos del Partido Popular de extender su responsabilidad al resto de partidos y con independencia de que casos de corrupción puedan surgir en cualquier momento, resulta evidente que el Partido Popular ha tenido casi desde su fundación un modo de conseguir financiación con la que engrasar su maquinaria electoral del todo ilegal. Al mismo tiempo que los responsables de conseguir ese dinero se quedaban con parte de él, daban otra parte en forma de sobresueldos a los dirigentes del Partido Popular. Mientras se pedían sacrificios a la sociedad española un gran número de altos cargos del Partido Popular de toda España se llenaban los bolsillos y los de sus amigos. No lo digo yo. Lo dicen los jueces, los fiscales y la policía.

Los ministros elegidos por Pedro Sánchez responden a un concepto de la sociedad completamente distinto al que tenía Mariano Rajoy. No ha dudado Pedro Sánchez en escoger a figuras destacadas de cada ámbito, por su formación y experiencia, sin importarle que puedan hacerle sombra. Al revés que Mariano Rajoy, cuyos ministros tenían muy poco peso personal y político, Sánchez ha querido rodearse de los mejores. Buenos compañeros para ese viaje que le ha llevado desde la mesa del salón de su casa a la del Consejo de Ministros del Palacio de la Moncloa.