El Pacto del Botánico nació con un sello verde en su ADN. No sólo por ver la luz en un espacio emblemático y centenario como el Jardín Botánico de València, sino por su marcado carácter medioambiental, que busca romper las reglas de juego tradicional para generar una nueva senda de progreso hacia una sociedad que sea más sostenible, más verde. El verde es un color secundario, la suma de otros elementos principales. Y así se ha demostrado en la configuración de la reforma de la Ley Forestal Valenciana que ha salido adelante gracias a la suma de los esfuerzos de muchos colores. De todos, diríamos.

El cambio de esta ley nació a iniciativa de Podemos en las Cortes Valencianas y sometida a la duda del sector privado. Pero la duda, se convirtió en fuente de conocimiento una vez más, en el motor que impulsaba a todos los grupos políticos a hacer las cosas de otra manera, si queríamos lograr resultados diferentes. Y así ha sido. La suma de los colores primarios que ofrecían los grupos políticos de Podemos, Compromís y PSPV-PSOE, al que sumó los tonos de PP y de los no adscritos, han permitido hacer de la Ley Forestal Valenciana de 1993, una ley forestal valenciana de todos para el siglo XXI. Sin que ningún grupo votara en contra. El verde floreció sobre el resto de colores o tonos. Un verde botánico.

Con esta reforma de ley, que ciertamente puede requerir algún retoque en el futuro, la Comunidad Valenciana se sitúa una vez más en la vanguardia de las normas forestales de nuestro país, como ocurrió hace 25 años. No sólo se hace ingeniería parlamentaria actualizando nuestro texto legal con la normativa estatal, la Ley de Montes de 2015, sino que introduce elementos fundamentales como exigen los principales organismos internacionales.

Lo hicimos posible en consonancia con el absoluto respeto que nuestros grupos políticos tenemos al sector privado, que acumula en sus manos la propiedad del 55% del suelo forestal de la Comunidad Valenciana. Y con el convencimiento de que debemos garantizar la rentabilidad de nuestros bosques no sólo por una cuestión puramente mercantilista, sino porque también nos puede asegurar una mejor gestión medioambiental de los mismos, se puede convertir en una herramienta contra la despoblación en el ámbito rural y, sobre todo, construir un mecanismo contra los efectos del cambio climático. Con esta reforma de la ley, nace la Agencia Valenciana para la Lucha contra el Cambio Climático, un ente trasversal que coordinará el conjunto de políticas que tratará de paliar esta gran amenaza que se desarrolla en silencio contra la vida tal y como la conocemos en nuestro planeta.

Además, la nueva Ley Forestal establece la figura del Fondo Forestal Valenciano y el mecanismo de pago por servicios ambientales. Una manera de restituir económicamente lo aportado por los bosques en materia de fijación de CO2, de preservación de los acuíferos y la óptima recarga de los embalses de nuestro subsuelo, así como la conservación de la calidad de la tierra que sostiene al resto de ecosistemas en superficie. Debemos esperar a que haya un fondo idéntico de carácter estatal, y que se establezcan los mecanismos para dotarlos de fondos económicos de la manera más equitativa y, sin lugar a dudas, eficaz. Pero nosotros ya hemos dado el paso.

Una iniciativa que va ligada a la creación del Centro de la Propiedad Forestal Valenciana, que emula otras iniciativas ya desarrolladas en España y en los países pioneros en esta materia como Francia. Aquí, o mejor dicho desde aquí, se pueden establecer sinergias, estrategias conjuntas hoy inéditas o desconocidas, de cooperación real entre las entidades privadas, los propios propietarios de suelo con los ayuntamientos y la Generalitat Valenciana. Se trata de que las decisiones no sean compartidas, sino paridas entre todos los agentes que deben ser responsables, deben beneficiarse de ellas y deben desarrollarlas.

Sin renunciar, eso sí, a la tutela de lo público sobre el bien común, el interés general y el patrimonio de todos, como son nuestros bosques y montes, indistintamente de quienes tengan la propiedad. Esta ha sido la filosofía de tres grupos diferentes, de tres sensibilidades diferentes, que han sido capaces de construir entre ellos, pero también con otros agentes políticos aún más diferentes, un final común.

Este es, y debe ser, el buen sentido de la política. No sólo forestal, sino en el ámbito más amplio. La de construir para el futuro, sin pensar en los réditos que uno gana para el presente. La de generar espacios comunes, donde la victoria no está en la derrota del otro, sino en la ventaja que todos ganamos de cara a un futuro que tiene grandes retos colectivos. Y no hay frente abierto más inestable, que requiera de mayores esfuerzos, que la preservación de nuestros espacios naturales, de nuestros ecosistemas, de nuestro planeta Tierra. Y para luchar por él, bien vale un Botánico.

(*) Firman también este artículo Beatriz Gascó y Juan Ponce, portavoces de Medio Ambiente de Podemos y Compromís en les Corts Valencianes