Ojeaste el programa de actos cuando fuiste a recoger la insignia en la sede de la comparsa. Y al pasar las páginas, te detuviste un instante en este día. Sí; en el viernes de fiestas. Y, como un fogonazo, te vino a la mente la dinámica con la que se ha venido desarrollando durante los años anteriores. De una manera parecida a como los que han estado con un pie aquí y otro allá dicen que les ha pasado la vida entera por su mente en un instante.

Que si durante la espera del traslado del santo a Santa Ana, vais al cuartelillo de Fulano, y tomáis una cervecita para no aburriros. Que si una vez instalado el santo patrono en el templo, os acercáis al cuartelillo de Mengano, que os coge de paso, y así lo saludáis y tomáis unas cañitas para refrescaros, pues hace un calorazo que no veas. Que si durante la comida que le sigue (que es la primera de las fiestas, y por ello todos estáis exultantes), echáis la casa por la ventana con el vermú.

Luego, por la tarde, mientras esperáis que vistan y maquillen a los niños para el Desfile Infantil, ¡qué vamos a hacer!, os tomáis unos gin-tonics para distraer la espera, que la tarde es muy larga. Y lo que tenga que venir luego, durante el desfile propiamente dicho, que venga.

Y así llegáis a la noche, sin solución de continuidad. Y tras la cena, también animada, os acercáis a ver La Embajá, que ya es tradición. Y ya que estáis en la Plaza del Ayuntamiento, os dejáis caer por el cuartelillo de Zutano, porque, si no, no lo vais a ver en todas las fiestas, y tomáis algún «güisquito» o seguís con los «fresquitos», para no mezclar, que eso es «mú» malo y luego se paga. Y en ese plan hasta que, maltrecho, llegue la hora de la retirada. Hora en que, quizá, el pariente o la parienta te vitupere con vehemencia al no entender que estáis de fiesta, jobar.

Todo eso, apreciado lector festero, se te pasó por la cabeza. En un instante. Qué cosas. Y hasta puede que en ese momento sintieras pereza al pensarlo.

Pero hete aquí que ya estás en viernes de fiestas. Con la caña o el vino en la mano (quizá el café), y aunque reniegues de todo lo que vas leyendo como primera reacción pudorosa, te reconoces en alguno de los episodios que acabo de describir. Es el Día Tonto -con perdón de los puristas- que existe en todas las fiestas de Moros y Cristianos. Cuánto padecer. O sea.