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Desde mi terraza

Contra venganza, indulgencia

No estoy de acuerdo, ni me gustan un pelo, las reacciones y comentarios que van apareciendo en las redes sociales a raíz del triunfo de la moción de censura de Pedro Sánchez al señor Rajoy y su gobierno, desde una fotografía de un jovencísimo Albert Rivera saludando a la manera fascista, hasta otra del abuelo de Pedro Sánchez tachándole de «militar sanguinario». No es eso, señores, no es eso. Pero todavía me preocupan más las reacciones de mis muchos amigos (buenos amigos) de pensamiento conservador, que de buena fe están preocupados ante la nueva llegada de «los rojos». Y francamente, tildar al PSOE de rojo, resulta hilarante; el Partido Socialista es una izquierda moderadísima que más podríamos calificar de centro izquierda. Lo cierto es que veo rencor, deseos de venganza y miedo a que los apoyos que hicieron posible que la moción saliera victoriosa desemboque en temor a que se haga el caldo gordo a los nacionalistas y separatistas.

La moción no fue a favor del PSOE sino contra Rajoy, lo mismo que en la predemocracia fuimos todos contra Franco. La matemática electoral manda, y espero que la educación y sentido común de mis amigos concedan un margen de confianza al gobierno que en estos momentos se está conformando, y que a falta de completar ya lo forman unos cuantos pesos pesados de la gestión política, con una mayoría absoluta de mujeres; lo que es un inequívoco indicio de puesta en práctica la tan solicitada igualdad.

Al nuevo presidente le va a hacer falta una abundante dosis de paciencia porque palos en las ruedas le van a poner tanto los derrotados (sic) como los que le apoyaron si no ven satisfechas con urgencia sus aspiraciones. Y a la paciencia habría que añadir astucia, inteligencia y mucha mano izquierda, atributos que presumo posee el señor Sánchez. Más miedo me da tanto la Mesa de Las Cortes como el Senado, con clara mayoría conservadora que me temo practiquen el filibusterismo de ralentizar la gestión del nuevo gobierno. Ambos son inamovibles hasta que se celebren nuevas elecciones. La alternancia de gobiernos en los países occidentales, especialmente en Europa, es algo muy normal que a veces hasta resulta saludable para la democracia; y así debe verse esta nueva situación española que debería aceptarse sin premoniciones catastrofistas, y siempre pensando en que los inevitables cambios que se produzcan redunden en una mejor situación de los españoles en todos los aspectos.

Personalmente atribuyo a Pedro Sánchez unas cuántas virtudes, desde el conocimiento de idiomas (por fin un presidente del Gobierno español habla inglés!) a la citada mano izquierda que le permita sortear inaceptables condiciones con contundencia, la firmeza es tan imprescindible para un buen gobierno como la tolerancia. A Adolfo Suárez, en momentos más delicados que éste, no le tembló la mano al firmar la legalización del Partido Comunista o la restauración de la Generalitat Catalana, ambas decisiones inimaginables en aquellos tiempos. Y no pasó nada. Ya han pasado muchos años desde entonces, y algo habremos aprendido; por ello todos saldremos ganando si se abandona el rencor y los deseos de venganza en favor de la indulgencia, y de la confianza en que el nuevo gobierno actúe con inteligencia.

La creación de la figura del Comisionado para la Infancia es ya todo un punto de referencia sobre las intenciones de futuro. La vida ya es suficientemente complicada como para complicarla más con actitudes negativas, con desconfianza, con no aceptar el «fair play» (juego limpio); y miren, amigos lectores, en estos días en que se celebra el Día del Donante, estaría bien que partiéramos del hecho de que España es el primer país del mundo en trasplantes, para que lo que nos hace triunfadores absolutos de la generosidad no se viera oscurecido por la intolerancia y la incomprensión. El ayer ya pasó, y mañana será -y debe ser- otro día.

La Perla. «Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue, y un será, y un es cansado». (Quevedo, Ah de la vida)

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