Sánchez ha ganado claramente el primer round. La selección del elenco de su Gobierno ha desmontado, guiño a guiño, temores, inquietudes y sospechas sembradas tras la moción de censura. Brillante lo de Borrell, espectacular lo de Calviño, sugerente lo de Grande Marlaska, por citar tres de sus pesos pesados. En cine se dice siempre que si hay grandes actores, hay garantías de que habrá película; pestiño u obra maestra, pero película. Volviendo al boxeo, ni mucho menos tiene el combate resuelto el flamante presidente porque esto más que pugilismo clásico va a convertirse en una suerte de «wrestling» hortera en el que le van a ir saliendo rivales como armarios por todos los lados del ring en los momentos más insospechados. Y todos le tienen muchas ganas y lo van a brear. Seguro. Pero Sánchez -y ahora todos ustedes ya saben a quién me refiero cuando lo llamo simplemente por su común apellido, como pasó en su momento con González- puede salir triunfante de su propia paliza. De momento, ha conseguido una vez más hacer magia: ha montado un 'gobierno en la sombra', como el que urdían los partidos en la oposición cuando iban preparando el recambio ante unas elecciones próximas. Pero lo hecho con un equipo a plena luz, bajo los potentes focos de una opinión pública reacia aún, pero indiscutiblemente atenta y sorprendida. Casi complacida de que en España haya tanto talento, si lo tenemos que comparar con el último gabinete de Rajoy. No evita esa alta luminancia que tengan la misma capacidad de gobernar que su versión en el lado oscuro: casi ninguna. Pero el tal Iván Redondo, el ex estratega político del PP cuyos consejos han traído a Sánchez hasta aquí, puede sacar petróleo del mensaje subyacente: «Tenemos un gobierno que no gobierna nada, pero luce una barbaridad. Imagínate como sería si encima tuvieran poder». Pestiño u obra maestra, insisto. Pero hay película.
