Antonio Cartagena Ruiz nació en Guardamar del Segura el 9 de abril de 1939. A su padre, Antonio Cartagena Aldeguer, lo echaron por razones políticas un par de veces: primero como administrativo del Ayuntamiento de su pueblo y luego como guardia de asalto. Pudo recomponer su vida como secretario de los regantes del margen derecho del río Segura. Su madre, Angelina Ruiz Pérez, además de criar a sus tres hijos - Angelina, Paquita y Antonio- mantuvo una tienda de ultramarinos en la que se fiaba a las familias de los pescadores mientras estos hacían los tres o cuatro meses de «fosca». Antonio recuerda que su casa era como la de Tócame Roque, siempre con las puertas abiertas. Su madre, cuando decidió cerrar la tienda, pensó en no anunciarlo para ver si podía recuperar algo de lo mucho fiado. Padres honestos, alegres y, sobre todo, muy buenas personas.

Antonio estudió en Guardarmar con dos maestros, uno que pegaba y otro que enseñaba, y entró en el seminario de Orihuela en 1952, todavía con José García Goldaraz (1893-1973) como obispo. Pasó el hambre habitual de esos años, al menos hasta 1954, cuando desaparecieron las cartillas de racionamiento y alguien les anunció que podían comer todo el pan que quisieran. Por aquellos años había un seminarista ilicitano, orondo como él solo, que era el único que comía sin restricción alguna por tener una familia con posibles. Tuvo profesores vascos de valía que les hacían leer a los jóvenes seminaristas el París Match y también algún cura requeté y trabucaire que amenazaba con sacar la pistola a las primeras de cambio. Antonio Cartagena se ordenó sacerdote en 1964 con Pablo Barrachina y Estevan (1912-2008) como obispo, y el primer año estuvo destinado en la Casa Sacerdotal de Alicante. Como ya dio señales de rebeldía, lo mandaron al colegio Sagrada Familia de Elda. Allí fue uno de los 12 sacerdotes de la diócesis que firmaron la «Operación Moisés», un movimiento contestatario que abogaba por la separación de la Iglesia y el Estado, por la renuncia a las pagas del Estado a los sacerdotes y, desde luego, por el rechazo de la dictadura franquista.

Su primera presencia entre nosotros fue en octubre de 1966, como cura de parte del Camp d'Elx (Matola, Algoda, Derramador, Pusol y Llano de San José), con una vespa que se pudo agenciar. El alcalde, Vicente Quiles, le saludaba diciéndole: «¡Hombre, el cura rojo!». Y Antonio le contestaba: «¡Hombre, el alcalde falangista!».

Entre 1967 y 1970 ejerció como coadjutor en Callosa d'Ensarrià y fue el tiempo en que el obispo trató infructuosamente de quitárselo de encima, hasta el punto de lo que le suspendió A Divinis, aunque solo fuera de palabra y, como recuerda el propio Antonio, más bien A Humanis, porque le dejó sin empleo ni sueldo. Le tocó volver a Guardamar hasta que en 1972 volvió a Elche, a la parroquia de la Sagrada Familia. Fue entonces cuando conectó con toda la gente de la oposición al franquismo y, especialmente, con la HOAC. Tres años vertiginosos trabajando como consiliario con personas tan valiosas como Carmen Campello, Maruja Madrid, Antonio Morante, Margarita Furió, Enrique Pérez Tatay, José Ramón Navarro, Manolo Miralles y muchísimos más.

De 1975 a 1983, el obispo Barrachina volvió a mandarlo al destierro, a su propio pueblo, y fue a partir de entonces cuando terminó siendo reclamado por la Conferencia Episcopal. En 1985 fue elegido primer secretario del Departamento de Pastoral Obrera, lo que le obligó a vivir en Madrid. Formó parte también del Comité Ejecutivo del Grupo Europeo de Pastoral Obrera con sede en Bruselas y participó en congresos internacionales del Laicado Católico por todo el mundo. La Comisión Permanente del Episcopado le renovó en su cargo hasta su reciente jubilación.

El 18 de octubre de 2003, siendo alcalde Diego Maciá Antón, se le dedicó una calle de nuestra ciudad. El 29 de junio de 2005 recibió desde la Secretaría de Estado de la Santa Sede el nombramiento de Prelado de Honor de su Santidad con el título de Monseñor.

Y, por todo ello y bastante más que no cabe en un artículo, este próximo viernes 8 de junio, a las 14.30 horas, en el restaurante Nugolat, una buena representación de la gente que le quiere le rendirá un homenaje, por lo demás, bastante merecido. Y más en estos tiempos que corren.