Salvo Donald Trump, ya pocos en el planeta cuestionan que el cambio climático es una realidad que nos va a complicar la existencia durante las próximas décadas. Los mortales comunes nos conformamos con asombrarnos porque nieve y granice en marzo o porque en junio un día caiga una tormenta nocturna de aúpa y a mediodía del día siguiente el termómetro suba por encima de los 30 grados. Los científicos no se asombran, están muy preocupados desde hace décadas por los efectos del cambio climático que empezamos a percibir como si de la punta de un iceberg se tratara. En las encuestas generalistas aseguramos que el cambio climático, tras la economía, es la segunda cuestión que más preocupa al ser humano hoy por hoy. Sin embargo, los datos de reciclaje de basura no solo no aumentan, sino que se demuestra que en algunos vertederos se entierra todo en un tótum revolútum mientras miramos para otro lado sin exigir responsabilidades a los políticos de turno sobre semejante fraude. La sequía, las inundaciones y el aumento de las temperaturas nos alarman, pero pisamos el acelerador de nuestros coches diésel sin temor y ponemos sin piedad el aire acondicionado en casa y en las empresas nada más el mercurio supera los 25 grados. En Reino Unido, Francia, Japón y Australia, lo que más preocupa es el aumento del nivel del mar. Aquí no, a nosotros nos gusta la primera línea de playa y se siguen dando licencias para construcciones de lujo en estos emplazamientos costeros. El ser humano es un compendio de contradicciones ante la infalible puntualidad del cambio climático. Hemos sobrevivido a situaciones muy adversas a lo largo de la historia, pero los científicos ya consideran que ese tanto sobrevivir, en el caso del cambio climático, va a ser la causa de nuestra muerte.
