Alexander Gauland, líder del partido ultraderechista de Alemania, ha calificado el nazismo, causante del Holocausto y de una guerra total que se cobró 50 millones de víctimas, como "una cagada de pájaro" dentro del glorioso contexto histórico del país. Lorenzo Fontana, ministro de Familia de Italia del nuevo gobierno de la Liga y del Movimiento 5 Estrellas, no encuentra hueco en la sociedad del siglo XXI para las familias formadas por homosexuales. Quim Torra, presidente de la Generalitat de Cataluña, considera que todos los españoles, por el simple hecho de serlo, son "bestias". El populismo nacionalista, al asalto de la idea que define la civilización, avanza con renovado entusiasmo destructor. Los inmigrantes, los homosexuales, los españoles, cualquier otro que desentone de la pulsión totalitaria y xenófoba de moda, puede verse situado enseguida en el centro de la diana supremacista. De este discurso racista a encontrarse en el camino con una nueva "cagada de pájaro" sólo hay un paso. Si alguien se ha preguntado alguna vez por el pegamento que une a los populistas de todo pelaje en su ofensiva contra las democracias liberales tiene la respuesta en la eurofobia que practican. Como escribe Iñaki Ezquerra en "Los totalitarismos blandos", la razón principal del euroescepticismo no está en las últimas políticas de austeridad, que pueden haber servido sin embargo de excusa, ni en la inmigración, sino en la naturaleza del fenómeno populista que requiere escaparse de los controles administrativos y políticos que lo atan de manos y lo privan de inmunidad para llevar a cabo sus objetivos. Los populismos y nacionalismos obrarían de manera mucho más libre en una Europa de los pueblos desunidos en la que podrían sacar mayor provecho de su munición demagógica para conquistar gobiernos. Así todo lo están logrando, fíjense en Italia. O vean, por ejemplo, quiénes son y qué planteamientos manejan los que han prestado el apoyo a Pedro Sánchez para la moción de censura en España.
