Las tan citadas nuevas tecnologías «comportan importantes riesgos en materia de desempleo, subempleo y desigualdades crecientes de ingresos y riqueza, al tiempo que plantean nuevas inquietudes de índole ética y moral». Esto dice el Estudio Económico y Social Mundial 2018. Tecnologías de vanguardia en favor del desarrollo sostenible (E/2018/50) en la sinopsis que ha realizado el Consejo Económico y Social de la ONU (Organización de las Naciones Unidas). Las nuevas tecnologías: «la automatización, la robótica, las tecnologías de la energía renovable, los vehículos eléctricos, la biotecnología y la inteligencia artificial», los nuevos materiales «como el grafeno y los plásticos biodegradables» etcétera, qué papel pueden tener en la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible -plan de la ONU para el desarrollo mundial- a la vez que se analizan sus efectos económicos, sociales y ambientales.

Las tecnologías conllevan oportunidades y retos, el efecto en este siglo de la introducción de la inteligencia artificial y la robótica, ha sido «una divergencia cada vez mayor entre el incremento de la productividad y los salarios reales»; reducir la proporción de las rentas de trabajo; «la polarización de los mercados de trabajo»; y «han tenido efectos sustanciales en la desigualdad de los salarios», «que es hoy mayor que hace 40 años». «Desde los años noventa la proporción de las rentas de trabajo ha disminuido de forma constante en las economías avanzadas» y en las emergentes de Asia y África el efecto es incluso más pronunciado que en los países más ricos, los de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico). Propone que los países en desarrollo deberían «poder acceder a las tecnologías existentes y emergentes», «siendo necesario aplicar un régimen de derechos de propiedad intelectual que favorezca los derechos de desarrollo sostenible fundamentales en materia de alimentación, salud y medioambiente».

En los sistemas nacionales de innovación concurren los impulsados por el mercado y los Estados. En los primeros, las consideraciones sobre la eficiencia y la rentabilidad determinan las decisiones sobre la innovación, mientras «que en los sistemas dirigidos por el Estado se tiende a dar prioridad a la innovación con fines sociales, de crecimiento o de salud pública» además de la competencia que se da en los mercados nacionales, «la regulación es un factor determinante para que los creadores de tecnología se midan en igualdad de condiciones». «Los gobiernos tienen una función esencial en lo que se refiere a subsanar las carencias de los mercados, determinar la innovación futura y respaldar la creación de tecnologías emergentes en sus primeras etapas».

Su actuación de los gobiernos es la que puede ayudar a cerrar «la gran brecha tecnológica». Y aporta estos estremecedores datos: China, los Estados Unidos de América, el Japón y la Unión Europea, entre 2013 y 2015 representaban el 32% de la población del planeta, originan en conjunto una proporción mucho mayor de las publicaciones científicas (69%), el gasto en I+D (83%) y las solicitudes de patentes (86%) de todo el mundo. «Los Estados Unidos de América representaban por sí solos un abrumador 75% del total global de patentes de inteligencia artificial concedidas entre 2016 y 2017», que además están en manos de «unas pocas grandes empresas». Se ha experimentado a nivel mundial una fuerte tendencia hacia una mayor concentración de la cuota de mercado en todos los sectores, especialmente en muchas tecnologías de vanguardia. Las empresas tecnológicas dominantes explotan cada vez más los efectos de red, las economías de escala, las economías de diversificación y su influencia desproporcionada en los procesos regulatorios. Hasta el punto de «que muchas grandes empresas puedan seguir dominando el mercado sin continuar innovando, lo que hace necesario reforzar las políticas sobre competencia».

«Ninguna nación puede gestionar por sí sola los efectos de las tecnologías de vanguardia», por eso, el estudio «enumera una serie de medidas nacionales en materia de políticas con las que se podría maximizar el potencial de las tecnologías de vanguardia y mitigar los riesgos que entrañan, y lograr de ese modo el equilibrio entre la eficiencia económica, la equidad y las consideraciones éticas». «Las nuevas tecnologías albergan un enorme potencial de mejorar el bienestar humano» y la «sostenibilidad del planeta», pero para ello hace falta una serie de medidas nacionales y además de «manera imperiosa de aumentar la cooperación internacional», incluso designando determinadas tecnologías más necesarias para el desarrollo sostenible como «bienes públicos mundiales». Total, nada, a ver quién se atreve.