Contamos con una lengua con mucha riqueza pero que carece de neutro. De hecho el neutro sería masculino, como tantos otros vocablos que hacen o constituyen hasta ahora el genérico. Según los lingüistas el género en un idioma no necesariamente hace alusión al sexo biológico, pero para muchos sectores de la población se equipara y desde ese momento empiezan los problemas. Sabemos que la neutralidad en cualquier aspecto de la vida es perseguida pero difícilmente alcanzada sin que queden determinados resquicios tendenciosos por alguna parte.

En los últimos tiempos estamos asistiendo a un verdadero baile de términos que por una parte intentan bordear los neutros y por otra eliminar los masculinos como genéricos, lo que provoca una alteración antinatural del lenguaje. Es legítimo que se continúe con el lenguaje tal y como lo conocemos, pero también lo es que se modifique todo aquello que pueda derivar en desequilibrios sociales. Creo que es una obligación para los académicos de la lengua poner un poco de orden y concierto en todo este asunto.

Introducir en el lenguaje hablado y escrito los elementos necesarios para suprimir el genérico masculino resulta una auténtica pesadilla, para el que escucha y para el que lee. Si tenemos que decir «·señores y señoras», «niños y niñas», «ciudadanos y ciudadanas» en cada ocasión, se convierte en una especie de galimatías cansino y aburrido. Además tendríamos que ir alternando los masculinos y femeninos en «señores y señoras», «señoras y señores», para evitar el protagonismo de los masculinos sobre los femeninos. Y cuando se utiliza el genérico en femenino, da la sensación de que solamente se habla de ellas y no de todos y todas, porque ese genérico no está asumido en el lenguaje coloquial.

Sabemos que el lenguaje se construye desde el usuario y por eso deberíamos de ponernos manos a la obra para ayudar a los insignes académicos a generar un neutro con el que todos estuviéramos de acuerdo. Sin entrar en detalles, la frase: «Los españoles/as son ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho y pueden elegir a sus diputados y diputadas y a sus senadores y senadoras para que los y las representen» queda farragosa y espesa. Podríamos sustituir los masculinos y femeninos por un nuevo genérico: «Les españoles son ciudadanes de pleno derecho y pueden elegir a les diputades y les senadores para que les representen». Suena raro porque es la primera vez que lo leen, pero no es farragoso, ni espeso, ni tendencioso, ni se convierte en un trabalenguas. Todo está en que lo adoptemos con el visto bueno de la Real Academia de la Lengua, o sin él.