El pasado 12 de mayo se cumplieron 175 años del nacimiento del rvdo. José Castaño Sánchez, sacerdote ilicitano, propietario del famoso Huerto del Cura, al cual dio nombre. Los actuales propietarios del mismo han querido recordar esta efemérides, que coincide también con el centenario de su muerte en 1918, con la inauguración de un busto de bronce del capellán Castaño, obra del escultor Miguel Ruiz, situado sobre un tronco de palmera a la entrada del huerto.

Hijo del dueño del antiguo huerto de Sant Andreu, José Castaño heredó la parte que actualmente forma el Huerto del Cura, donde en su juventud vio nacer como extraño fenómeno botánico una palmera de cuyo tronco principal brotaban otros ocho brazos similares, que le daban aspecto de candelabro vegetal. Tras sus estudios en el seminario de Orihuela y ser ordenado sacerdote, José Castaño cantó misa en la iglesia de Santa María de Elche, el 30 de diciembre de 1870, en los solemnes festejos con que la ciudad conmemoraba el V Centenario de la Venida de la Virgen.

Nunca alcanzó la responsabilidad de párroco, con «cura de almas», sino que durante toda su vida fue vicario de Santa María, entre cuyas funciones estaba la de oficiar la misa dominical en la ermita de San Francisco de L'Altet, y ser capellán de las religiosas Clarisas y de la cárcel del partido. Como ilicitano amante de su pueblo y sus tradiciones, el capellán Castaño participó también en La Festa d'Elx, en el papel de Ángel Mayor del Araceli.

La fama que la palmera de varios brazos alcanzó dentro y fuera de nuestras fronteras, hizo que fuese visitada por la emperatriz Elisabeth de Austria, la célebre Sissí, mientras se encontraba en Alicante, en otoño de 1894. La importancia de dicha visita hizo que se le dedicara la célebre palmera con el nombre de Imperial.

El eclipse de sol del 28 de mayo de 1900, que tuvo en Elche y Santa Pola puntos de visión óptima, motivó la presencia en nuestra ciudad de diversas comisiones científicas nacionales e internacionales. Sus componentes visitaron el Huerto del Cura y la iniciativa del erudito historiador local Pere Ibarra, que pertenecía a la misma tertulia que el capellán, hizo que se preparase un álbum donde éstos plasmaran sus autógrafos e impresiones ante las bellezas del palmeral. Este primer álbum, al que siguieron otros muchos hasta nuestros días, está prologado por el propio Ibarra.

La costumbre de visitar el Huerto del Cura, además de por la rareza de la Palmera Imperial, estaban también en la concepción del mismo que tenía su propietario ya que, al menos una parte de la finca, estaba ideada como jardín, de manera que los frutales que lo adornaban mantenían sus frutos sin recolectar. De hecho, familiares del capellán recuerdan el disgusto del mismo ante peticiones de alguno de tales frutos.

Las autoridades municipales encontraron en el Huerto del Cura el espacio perfecto para cumplimentar a los visitantes ilustres, concediendo al capellán algunas ayudas económicas para sufragar los gastos. Por ejemplo, el rey Alfonso XIII, que estuvo en Elche el 14 de abril de 1905, invitado por la comisión de las obras de reconstrucción de Santa María, donde se le ofreció una pequeña representación de La Festa, con bajada de la Mangrana inclusive, aunque la cúpula del templo estaba desmontada, fue posteriormente agasajado por el capellán Castaño. Dos años más tarde la infanta Isabel de Borbón visitó Elche e impuso a José Castaño la medalla de la orden de Isabel la Católica. El capellán declinó el ofrecimiento de ser nombrado canónigo ya que comportaba tener que abandonar su huerto y su ciudad. En 1912 recibió la visita de la reina Victoria Eugenia.

Como manifestó Francisco Orts en el acto de inauguración del busto, esta tarea de anfitrión ante jefes de Estado, autoridades y personajes destacados del mundo de las ciencias, las artes y las letras no debió resultar nada fácil para la sencillez del capellán Castaño. Tal dificultad, seguramente, está en el origen de esa supuesta letrilla burlesca atribuida a los hermanos Álvarez Quintero, que circuló en la ciudad, en donde se indicaba, entre otras cosas, que el capellán Castaño no era «Castaño de la Vera, sino un capellán cualquiera». Las indagaciones posteriores demostraron que ni dicha letrilla estaba en los álbumes de firmas, como todavía se cree, ni los hermanos Quintero fueron sus autores. Todo apunta a algún miembro de la mencionada tertulia del capellán, que quiso dar un tono de chanza a los agobios de éste.

José Castaño falleció el 14 de octubre de 1918, en plena epidemia de gripe. Por temor a los estragos de la enfermedad se hallaban prohibidos los entierros públicos, pero, dada la condición eclesiástica del difunto, se permitió como excepción que las honras fúnebres se celebraran en la capilla que el mismo capellán había hecho levantar junto a la casa de su huerto.

Tras su muerte, adquirió el huerto el industrial Juan Orts Miralles, quien hizo incluir en la propiedad los famosos álbumes de firmas. Precisamente, dos de los volúmenes de la colección editorial «Illice», publicada por la librería Agulló de Elche entre 1921 y 1922, fueron titulados «Impresiones del palmar (selección de autógrafos)», con la presentación de las firmas y dedicatorias de casi 150 personalidades, así como la citada introducción de Pere Ibarra.