Este año se cumple el centenario del cuadro del pintor J oaquín Sorolla (València, 1863 - Cercedilla, Madrid, 1923), titulado El Palmeral de Elche, sin duda el más importante que tiene que ver con la historia de Elche. Como es sabido, el cuadro forma parte de la colección de catorce paneles que el célebre pintor valenciano realizó por encargo de la Hispanic Society of America con sede en Nueva York.

El acaudalado presidente de la Hispanic Society of America, Archer Milton Huntington, encargó al pintor la decoración de la sede de la sociedad con un conjunto de paisajes sobre Las Provincias de España. El contrato se firmó a finales de 1911 por 150.000 dólares y obligó a Sorolla a trabajar en el proyecto entre ese año y 1919, un año antes de que sufriera un ataque de hemiplejia que le impediría seguir trabajando. Una inmensa obra mural, pintada al óleo sobre lienzo, de enormes dimensiones. El cuadro del Palmeral, por ejemplo, mide nada menos que 350 x 321 centímetros.

Sabemos que Joaquín Sorolla vino a conocer el Misteri en agosto de 1900, junto con los hermanos Benlliure y el director del periódico Las Provincias, Teodoro Llorente. El 29 de septiembre de 1919 llegó a Alicante acompañado de su hijo Joaquín y de sus discípulos Alfredo Carreras y Emilio Varela. En Alicante les esperaba el pintor Heliodoro Guillén. A Elche llegó al día siguiente y decidió pintar el cuadro en un huerto de Alicante, frente al mar, el huerto del Carmen, propiedad de su amigo Soler. Llegó en el peor momento posible porque la epidemia de gripe -la «grippe» como se titulaba en los periódicos de entonces- iba a provocar solamente en Elche la muerte de 296 personas en octubre y otras 72 en noviembre, según sabemos por el reciente trabajo del doctor Jesús Rueda Cuenca. En Elche la cifra de fallecidos en ese año terrible de 1918 fue de 821 frente a los 468 muertos de 1917.

En Elche el pintor pidió ver una recolección de dátiles. El conocimiento de la epidemia y el hecho de que su propio hijo enfermara, le hizo volver a Madrid en los días siguientes. Volvió el 22 de noviembre con sus discípulos, pero sin su hijo. Gracias a su afición por escribir a diario, sabemos que le contó a su mujer el 25 de noviembre que «donde pintaré el cuadro, propiedad del Sr. Soler, tiene una casa admirable de situación, tu sueño hecho realidad, ¡qué vista!, ¡qué panorama!, a los pies del palmeral y al fondo del mar con Alicante, algo único, algo imborrable, ¡ya lo verás cuando vengas!». Al día siguiente, el 26 de noviembre, en otra carta a su mujer, le escribe que «te tengo siempre presente, pero en el Huerto del Carmen más, por tener el mar delante de los ojos, hoy está tan azul que parece mentira, no hace viento, no se mueven ni las ligeras palmeras y los racimos de dátiles sobre el cielo parecen una explosión de fuego». Y un último apunte referido a los dos hornos que pintó en Elche el 1 de diciembre: «Estoy muy cansado pues me levanté a las cinco de la mañana para ir a Elche, donde hice apuntes de un horno».

Se puede considerar como un golpe de suerte que entre los 14 paisajes españoles Sorolla eligiera el Palmeral. Y sorprende también que haya pasado un siglo entero sin que le hayamos concedido en nuestra ciudad la más mínima relevancia. El centenario, por ello, es un buen momento para que Sorolla reciba, por fin, el homenaje que esta ciudad le debe rendir. Sabemos que el equipo de gobierno del Ayuntamiento está en ello y que se hará un esfuerzo para que, hasta donde sea posible, Joaquín Sorolla vuelva a ser protagonista con una exposición y con una presencia permanente entre nosotros -que no tenga una calle o un jardín en Elche es de juzgado de guardia-. Todos nuestros estudiantes deben conocer la obra que Sorolla dedicó a nuestro Patrimonio de la Humanidad y las circunstancias que rodearon a una pintura tan significativa. Que así sea.