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Erotismo cabaretero

Si usted no quiso perdérsela tuvo la oportunidad de ver una contemporánea y libre visión en código de danza sobre la tragicomedia de Valle-Inclán, Divinas palabras. No resulta fácil interpretar mediante esta disciplina uno de los grandes textos del dramaturgo. Para conseguirlo, la arriesgada y singular propuesta esgrime la dramaturgia y la dirección de Edison Valls, así como el minucioso trabajo coreográfico de su hermana Rosángeles. Y la creación pretende convertir en movimientos la difícil obra valleinclanesca. La cuidada estética expresionista tiene la simbólica ambientación y los pasajes dramáticos y poéticos que dan relieve a las pasiones de los personajes. La avaricia y la lujuria con esa grotesca estilización en la línea del esperpento de Valle-Inclán. La música de Pep Llopis y Jorge Gavaldá y la variedad de atmósferas escénicas ponen aliento a los objetivos del Ballet de la Generalitat Valenciana. Las notas musicales transitan, al igual que las escenas, por los senderos de lo divino y lo profano. ¿Deben predominar los instintos frente a la razón? El misterio del amor y de la muerte reside en el carácter épico y coral de un espectáculo con la seductora visualidad que adquiere la adaptación dancística. La alimentan los bailarines-intérpretes Toni Aparisi, Paula Redondo y Esaúl Llopis, entre otros miembros del amplio colectivo, o la banda sonora interpretada por la Jove Orquestra de la Generalitat, las voces líricas de l´Orfeò Valencià y de l´OVI y otros músicos. La preparación técnica y el valor del gesto componen los pasos y las posiciones suaves y fuertes del conjunto y de cada uno. Laten la sensualidad, la irreverencia religiosa y los trazos festivos en una joven y dinámica versión que atrajo a escasos espectadores al Principal de Alicante, y se superan las dificultades interpretativas y coreográficas, que incluyen acciones y figuras circenses o ciertas gotas de erotismo cabaretero. Llega al espectador el espíritu de Valle-Inclán en mayor o menor medida, y la troupe acoge algunos papeles, sean «el idiota», el sacristán o su mujer, la adúltera a la que el pueblo quiere aplicarle un castigo. Frenan la intención las divinas palabras, sin palabras, y el milagro de la cruz.

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