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Puertas al campo

No existe el suicidio

Cuando, en los Estados Unidos, se produce un atentado o masacre (generalmente, a manos de blancos, cristianos y de extrema derecha) se levanta una ola de preocupación que, inmediatamente, es contrarrestada (y se ve en las encuestas) por intereses económicos disfrazados de la libertad que concede una interpretación de la Segunda Enmienda a su Constitución, por la Asociación Nacional del Rifle (NRA), generosos donantes a las campañas de muchos congresistas, senadores y, claro, presidentes. Si es por defensa de la vida, resulta, en cambio, que los suicidios son la causa principal de las muertes producidas por tales armas, cosa que ya no se discute incluso en lo que allí hay quien llama «epidemia de suicidios». Hay, además, curiosos detalles en este problema: que las marchas contra la violencia de las armas en colegios y universidades bienestantes no toman en cuenta lo que, por ejemplo, está sucediendo en los barrios pobres de Washington: un aumento de los suicidios producidos por tales armas.

Para algunos sociólogos, el tema del suicidio es como la Meca para los musulmanes: que tienen la obligación de haberlo visitado por lo menos una vez en su vida, siguiendo las huellas de uno de sus clásicos ( Durkheim) y, espero, que no cometan los mismos errores que él: confundir los suicidios de su país con los suicidios del mundo en su conjunto y convertir sus datos en representantes de todos los datos del mundo. Algo de etnocentrismo no le faltaba.

La Organización Mundial de la Salud proporciona una lista con las tasas de suicidio en los diferentes países y lo primero que salta por los aires es la desproporción entre suicidios de varones y de mujeres. Haberla, hayla. Pero no siempre esa comparación varones-mujeres lleva a las mismas conclusiones. Además, las listas de países presentan datos problemáticos: por ejemplo, porque no tienen el mismo valor los datos de países en los que el suicidio frustrado no es un delito y países en los que se castiga (aunque, claro, no con la pena de muerte). De hecho, algunas listas añaden que algunas diferencias entre países pueden ser atribuidas a su ilegalidad. España no está mal situada en ese «ranking»: puesto 90 de los 177 de los que la OMS tiene datos, es decir, en medio.

En todo caso, es un tema prácticamente ausente en nuestros medios, más allá de algún programa de radio de madrugada. Y es comprensible. Primero, porque los datos son malos y no porque el suicidio sea ilegal, sino porque no siempre esa muerte es clasificada como suicidio, habiendo, como hay, un cierto pudor para tratar estos temas. Pero, sobre todo, porque el suicidio es un tema tabú. Mucho más que el de la muerte en general. Así que «peor es meneallo».

Sí tenemos datos aireados todos los fines de semana sobre muertos en las carreteras. Además, con todo tipo de detalles e imágenes. Igualmente, están los datos sobre feminicidio, que se proporcionan oficialmente, sus imágenes son presentadas por los medios y los casos son seguidos por manifestaciones públicas de rechazo, cosa que los muertos en las carreteras no provocan.

El problema está en las causas. Para los accidentes de tráfico, la lista es conocida. Para los feminicidios algo menor y hay motivos para desconfiar de atribuciones muy simplistas a una única causa si, encima, es puramente ideológica. Sin embargo, rogar a San Google que atienda nuestras súplicas y nos diga cuáles son las causas del suicidio consigue una rápida y articulada respuesta desde múltiples perspectivas, de alguna de las cuales no me fío mucho. Para colmo, no encuentro referencias a las correlaciones que Durkheim encontraba, que tal vez, como he dicho, no se aplican al mundo entero, pero que son preguntas que convendría que los poderes públicos se hiciesen.

Pero pongámoslo en términos puramente cuantitativos: La OMS afirma que estamos entre la primera (o segunda) causa de muerte no-natural en el mundo y, en el caso de España, cierto que es la primera, con unas cifras realmente notables si se comparan con tráfico y feminicidio: el año pasado, un promedio de 10 suicidios al día. Y si hay que hacer caso a Durkheim, más frecuentes en verano. El que avisa no es traidor.

De todos modos, escuchando la radio, me di cuenta de dónde estaba el problema más grave respecto al suicidio: los que se quedan, las preguntas que se hacen, el dolor de la ausencia. Algo más de prevención y, si se llega a producir, apoyo a los familiares de las víctimas, no vendría mal.

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